Sí a la paz y no a la violencia

Columnista Invitado

Toda esta tradición de violencia, nos hace merecedores de la paz, no por ser el derecho más sublime que tienen los seres humanos, sino porque los colombianos ya estamos cansados del horror de este flagelo. La necesidad de construir una nueva sociedad ya es un imperativo en el tiempo de hoy; una nueva sociedad basada en la tolerancia, la cooperación, la participación, la libertad y en el respeto por los derechos fundamentales.

La paz implica diálogo continuo, reconciliación, tolerancia y perdón. Se deben crear todas las condiciones para lograr una cultura de la paz y ello es responsabilidad de todos, desde el Estado, quien debe diseñar una verdadera inversión social, y poner toda su voluntad para que ello se cumpla.

Todos sabemos que el problema de la paz también es un problema económico que está vinculado al desarrollo social, la justicia social y la satisfacción de las necesidades humanas. Desde los gobernantes, en cada una de las divisiones administrativas de nuestro país, hasta el más insignificante de los colombianos, debemos contribuir a construir una nueva forma de convivencia social, basada en el respeto de los derechos del “otro”, y la recuperación de los valores morales.

La paz, el posconflicto, la descentralización y la regionalización, así como el ordenamiento territorial son problemas de fondo, porque diseñan el Estado que se quiere, con el proyecto de país compartido que anhelamos todos; es la fuerza determinante de la reconstrucción de la nación y el posconflicto.

La paz es imperativo necesario hacia la democracia participativa, con variadas formas de participación política y el empoderamiento real del acontecer regional. Estos fueron los importantes logros de la Constitución Política de 1991, que fue recibida por todos los sectores de la sociedad para sellar un pacto de paz y así apostarle a la solución de la violencia que ha existido por muchos años, tiene retrasado el desarrollo e igualmente nos ha desequilibrado.

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