Orgullo

Columnista Invitado

Junio es un mes de celebración y resistencia, pues en este mes se conmemora la lucha por los derechos de las personas Lgbt.

Aunque este año se cumplen 50 años de las marchas del orgullo Lgbt, todavía existen personas que no entienden por qué estas celebraciones y reivindicaciones son importantes, y hasta hay quienes sugieren que si hay un día del orgullo gay debería también existir uno del orgullo heterosexual.

Así que vamos a decirlo claro: no existe un día del orgullo heterosexual, porque no hay vergüenza alguna asociada al ser heterosexual, ya que las normas sociales, las expectativas culturales y las leyes han sido creadas por y para heterosexuales.

Históricamente esto ha conllevado el paso de un estado descriptivo: “la mayoría de personas son heterosexuales” a uno prescriptivo: “todas las personas tienen que ser heterosexuales”, lo cual ha generado, y continúa produciendo, distintas y constantes formas de violencia contra las personas Lgbt.

Así, no existe un día del orgullo heterosexual, porque nadie llama a la policía si ve a un hombre y una mujer dándose un beso en un centro comercial.

Porque a los heterosexuales no nos expulsan de la casa ni despiden del trabajo por nuestra orientación sexual o identidad de género.

Porque las directivas de ningún colegio humillan y acosan a un niño por ser heterosexual, como sí lo hicieron con Sergio Urrego hasta llevarlo al suicidio.

Porque en ninguna parte las personas son condenadas a muerte por tener relaciones heterosexuales consentidas, como aún sucede con las relaciones homosexuales en 13 países.

No se necesita un día del orgullo heterosexual, porque las personas cisgénero (no trans) tenemos una expectativa de vida de 78 años, mientras que las mujeres trans solo viven en promedio 35 años.

Por eso, salir del clóset a la calle es un acto de valentía y resistencia que merece ser celebrado, y es también una oportunidad única para demostrarles a nuestros amigos, familiares y compañeros Lgbt que no están solos, y que el respeto por la diferencia (incluida la diferencia sexual) es la única manera de construir una sociedad realmente democrática y en paz.

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