Hacerse pasito

Columnista Invitado

No olvidar que para los acuerdos de paz, confluyeron factores imprescindibles como el entorno internacional favorable, la mejoría en las condiciones de vida de la nación, el liderazgo Santos en el gobierno, quien como ministro había sido eficaz en la guerra y moderno como Presidente en la conducción del Estado; y la superioridad absoluta de la Fuerza Pública.

Lo internacional se vio influenciado por Obama, progresista y Nobel, amante de la paz e interesado en ayudar a superar una guerra de cincuenta años. Tuvo la visión necesaria para acceder al pedido de Santos, que yo transmití, de nombrar un delegado personal en las conversaciones de La Habana, responsabilidad que a la postre tomó un gran diplomático, Bernie Aronson. De ahí que ningún tema álgido, fuese extradición, narcotráfico, imperio de la ley o jurisdicciones especiales para aplicar los acuerdos, fue ajeno al conocimiento pleno de los Estados Unidos, todavía primera potencia mundial, aliado de Colombia y miembro con veto del Consejo de Seguridad de la ONU.

La manera profesional, ágil y abierta del señor Aronson le merecerá por siempre el agradecimiento nacional. También ayudaron el impulso inicial de Venezuela, al final ya sin capacidad de sabotear o ayudar; y la distensión de la relaciones entre Cuba y los EE.UU., activo latinoamericano que decidió liquidar el señor Trump de un plumazo. Europa no tenía Brexit que la entretuviese y colaboró decididamente con el proceso. La región latinoamericana se solidarizó en las conversaciones y las voces más radicales en Brasil, Bolivia y Ecuador se fueron acallando. Al sur, Correa se dio cuenta, un poco tarde, que la paz con las Farc convenía a los intereses de Ecuador tanto como a los nuestros y resolvió ayudar después de años de desconfianza y pleitos. Colombia, al llegar 2012, ya empezaba a ser otro país. Su ingreso por habitante se había multiplicado por cuatro, la capacidad fiscal también y habíamos avanzado en salud, educación, seguridad y caída del homicidio y del secuestro durante la primera década del siglo XXI, más que en toda nuestra historia. Y la Fuerza Pública: la más poderosa! Numerosa, entrenada, equipada, libre de los fardos judiciales de antaño, moderna, ganadora. La inteligencia, en su mejor momento. Las operaciones conjuntas, exitosas. La coordinación con la Policía, impecable. La moral en alto. La cúpula, monolítica a pesar de la politización de algunos altos oficiales en retiro. Estas fueron las Fuerzas que nos dieron la victoria. Las que obligaron a las Farc a reconocer el fracaso de la lucha armada. Las que condujeron con su heroísmo y eficacia, a “la paz que es la victoria de todo soldado” según se recordó abundantemente en su momento.

Cifras: desde el 10 hasta el 18 se desmovilizaron individualmente 7.370 guerrilleros de las Farc; 13.055 miembros fueron capturados; 1.834 murieron de sus filas en desarrollo de operaciones militares y policiales. Cuando leo a columnistas tan destacadas como desinformadas y parciales, quienes sostienen que la orden de Santos fue “hacerse pasito” entre fuerza pública y Farc, vuelvo sobre estos números y valoro aún más lo logrado por militares y policías: la derrota de las Farc y la victoria de la paz con ese grupo. Son estos números los de una guerra seria y letal, larga y metódica, que produjo además de las bajas en la guerrilla, 1.597 soldados y policías asesinados en incidentes de orden público en esos mismos años, de 2010 a 2018! Y dizque nos hicimos pasitico… Qué falta de respeto por nuestras Fuerzas. Qué falta de solidaridad con sus familias. Qué indolencia ante la muerte de colombianos. Toda esa tragedia de muerte y desesperanza fue la que se paró en seco con los acuerdos de paz. Fue todo todo el luto masivo en las regiones el que se acabó y los pabellones en el hospital militar quedaron vacíos de heridos en combate. Y las Farc desmovilizadas cumplieron mayoritariamente con lo acordado, a pesar de Márquez y Santrich. Al presidente Santos lo tratarán de condenar el odio y la envidia de quienes solo aceptan buenas noticias generadas en sus lares. Pero los hechos de su gobierno, no solo en la Paz, cada vez dicen más y mejor de una administración que aceleró la transformación de Colombia en un país mas tranquilo, más próspero y más moderno. Que es lo que debiera decirse al final de todo buen gobierno.

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