La paz el eje transformador

Columnista Invitado

La semana anterior en la Universidad del Tolima dimos apertura al Congreso Internacional de Educación por la Paz, una apuesta académica en la que conferencistas internacionales y educadores de la reconciliación, se encontraron para disertar y reflexionar sobre una Colombia que desesperadamente busca un camino hacia la paz, pero en la que paradójicamente, pareciera más fácil seguir en conflicto.

En medio de las conclusiones del evento, se encontraba el reconocimiento de las diferentes acciones que ha emprendido la UT desde hace más de 15 años a través del Observatorio de Paz y Derechos Humanos, y los programas de Especialización y Maestría en Conflicto y Cultura, se hizo especial énfasis en la necesidad de seguir promoviendo escenarios que le permitan a la sociedad colombiana y, en especial a nuestros coterráneos, conocer mucho más de los procesos de verdad, justicia y reparación, teniendo en cuenta la amenaza latente del regreso del conflicto, lo que los especialistas en el tema han llamado “la espiral” o el “reciclaje” de la guerra.

Aportar a la construcción de paz requiere brindar herramientas para que, por ejemplo, las organizaciones de víctimas generen estrategias con las cuales podamos incidir en los procesos de construcción de memoria histórica y el esclarecimiento de la verdad, para el logro de la justicia y la reparación integral, y de las garantías de no repetición, sobre todo, en estos tiempos en los que se encienden las alarmas por los múltiples asesinatos de líderes sociales y defensores de derechos humanos en nuestro país.

La paz, una palabra tan común como esquiva para la historia de Colombia, debe ser el eje integrador y transformador de las realidades adversas, una paz viva es como diría el cantautor guatemalteco Arjona: “verbo y no sustantivo”, porque la paz no debe ser un estado final que se quiera alcanzar, es el camino mismo, es la acción permanente de todos por aprender a vivir unos con otros en el marco del reconocimiento como iguales.

En ese camino, se debe incluir la edificación del Estado, el desarrollo económico y social, la seguridad, el fortalecimiento de las instituciones, y la participación democrática, así como la satisfacción de los derechos de las víctimas a la justicia, y en general, todos aquellos asuntos que impidan la repetición de los conflictos y la re victimización.

Los colombianos no podemos seguir siendo ajenos a las acciones que amenazan la búsqueda de la paz, y mucho menos hacer parte del sector indiferente que acepta la estigmatización de quienes unen esfuerzos en su búsqueda, porque no hay peor enemigo de la paz que la indiferencia.

Quienes estamos inmersos en los escenarios académicos, gremiales, culturales, sociales, políticos, estamos llamados a seguir apostándole a la reconciliación, y eso también tiene que ver con la paz interior, con la paz para entender al otro, aunque piense distinto, a no generar división, a evitar el uso excesivo de rótulos estigmatizantes que solo conllevan a ver a otros como distintos y en ocasiones como enemigos tan solo por pensar de un modo contrario, se trata de vernos solo como lo que somos, personas, humanos en el mismo escenario de otras personas, de otros humanos.

Es indispensable seguir trabajando por la reconstrucción del tejido humano, labor que hemos venido ejerciendo desde el alma máter de los tolimenses, y para que esa guerra que nos azotó durante más de 60 años, jamás se vuelva a repetir.

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