Vergüenza

Columnista Invitado

¿Qué queremos: una paz democrática o una paz neoliberal? Con este interrogante abrió su intervención el profesor Boaventura de Sousa Santos en días pasados en el IV Encuentro de Educación Popular organizado por la Universidad Pedagógica Nacional.

Allí el profesor compartió con los asistentes algunas reflexiones en torno a la implementación de los Acuerdos, señalando las dos dificultades más grandes que han impedido su cumplimiento: No hay voluntad política por parte del Gobierno Nacional y, los colombianos no defendemos nuestro derecho a la paz.

El interés genuino de quienes creemos en la paz, como lo señaló el profesor Boaventura, se basa en la construcción de una Paz Democrática, que significa, la búsqueda de soluciones a los problemas que dieron origen a una guerra de más de 50 años. Es decir, resolver entre otros asuntos, el problema del acceso a la propiedad de la tierra, la pobreza, la desigualdad, la ausencia del Estado en los territorios y el centralismo.

Por otro lado, están los que procuran por una Paz Neoliberal; que pretendían con las negociaciones de la Habana, quitarle el control territorial a las insurgencias con el fin de que entraran las multinacionales extranjeras e implementaran sus megaproyectos y con esto, convertir los territorios en verdaderas zonas de sacrificio. Generando mayor concentración de la tierra, aumento de las desigualdades, depredación de los recursos naturales, entre otros problemas.

Sin embargo, no contaban con que las comunidades (indígenas, afros, campesinos, mujeres) estaban organizadas y decididas a defender sus territorios, su cultura, su identidad, su dignidad. Como respuesta, comienzan nuevamente los asesinatos selectivos a líderes sociales, nuevamente el paramilitarismo, el narcotráfico, la minería ilegal, elecciones violentas, en fin, intereses poderosos con pretensiones nefastas. Y la respuesta institucional a las muertes violentas de los líderes, encuentran explicación en los móviles investigados por el acucioso Ministro Botero, o sea, a líos de faldas.

Y mientras el sueño de la paz está en vilo, los enemigos de ella, los de siempre, ponen en la agenda nacional el mismo tema: Venezuela. Generando este distractor, para que nos preocupemos más por los problemas vecinos, que por los nuestros (Que son mayores y más graves). Permitiendo incluso, que figurines como Guaidó posen en fotografías (reales) con paramilitares sin generar un rechazo oficial. Y no satisfechos con esto, presentan ante la ONU un informe sobre Venezuela con fotografías falsas, -ya no concitando la solidaridad internacional como lo hiciera el proceso de paz-, sino provocando la burla internacional y la vergüenza nacional.

Todo esto podría sumar al archivo de anécdotas presidenciales, sino fuera por la gravedad de la situación. Ya que desde enero de 2016 a mayo de 2019 han sumado 837 líderes sociales, defensores de derechos humanos y excombatientes de las Farc asesinados como lo reportó Indepaz.

Sin embargo, no defendemos el derecho a la paz porque la realidad del país está en los territorios apartados, nosotros en las ciudades, lejos de la violencia, de la guerra, lejos de la deshumanización de los individuos, seguiremos más preocupados por el “régimen de Venezuela” que conmovidos por el desgarrador llanto de un niño que pierde a su madre en un conflicto que amenaza continuar. Vergüenza debemos sentir si seguimos viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro.

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