Necesidad de contrición

Columnista Invitado

Sebastián Piñera, presidente de Chile, se paró frente a las cámaras de televisión en el Palacio de la Moneda y con voz pausada, escoltado por la bandera de su país, aceptó lo que pocos en Latinoamérica han hecho: “…los distintos gobiernos no fueron, o no fuimos capaces de reconocer la situación en toda su magnitud.

Esta situación de inequidad, de abusos, que ha significado una expresión genuina y autentica de millones y millones de chilenos. Reconozco esta falta de visión y le pido perdón a mis compatriotas”. No fue el epílogo de unas protestas que han dejado muertos, heridos y millonarias pérdidas en el país austral. Por el contrario, es un capítulo más de una secuencia de protestas que últimamente se registran en países de la región. Marchas por doquier que incendian los ánimos populares, pero que innegablemente tienen en común el descontento social y la rabia generalizada de amplios sectores de la ciudadanía.

La de Piñera fue sin duda una intervención cargada de simbolismo y de reconocimiento de culpas históricas. Sin embargo, se registró apenas días después de que junto a los presidentes de Brasil, Argentina y Colombia, firmaran un comunicado respaldando al mandatario ecuatoriano Lenín Moreno, quien denunció que el venezolano Nicolás Maduro —presidente para unos y dictador para otros— estaba detrás de las marchas indígenas en su país.

Lo mismo hizo Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela, quien no dudó en señalar a Maduro. En Latinoamérica parecemos expertos en buscar responsables extranjeros a nuestros problemas nacionales. Por décadas se dijo que la Cuba de los Castro, exportaba su revolución desatando violencia en el continente. Tras la desaparición de la Unión Soviética, Cuba perdió un respaldo económico que pronto reemplazó con petrodólares venezolanos. Pero estos también se agotaron y la crisis en las dos naciones es evidente. Pensar que Maduro es el generador del mal latinoamericano es ingenuo, por decir lo menos.

Durante décadas Latinoamérica se ha visto llena de escándalos de corrupción, de abusos y de injusticia social que desbordan los niveles de pobreza. Increíblemente, durante muchos años a Chile se le vio como el ejemplo a seguir pero las últimas semanas demuestran que más bien era un espejismo.

Ese coco llamado ‘castrochavismo’ con el que nos han asustado a los colombianos, no es más que otro ejemplo de cómo las clases dirigentes latinoamericanas se escudan en falacias para ocultar su ineptitud para satisfacer las necesidades de sus pueblos. Mientras tanto, proyectos de izquierda que tanto asustan al continente tras ver lo sucedido en Cuba, Venezuela o Nicaragua, parecen tomar fuerza alimentándose de muchedumbres urgidas de suplir sus necesidades básicas.

El mal de Colombia, Ecuador, o Chile, por mencionar algunos, no está en Cuba o Venezuela, está en sus propios errores históricos que hay que comenzar a enmendar si no queremos ahí si, que ese ‘castrochavismo’ llegue. El de Sebastián Piñera, de reconocer lo que sucede, es un primer y gran paso. ¿Seremos capaces en Colombia de exigir lo mismo, o seguiremos por la senda de aplaudir discursos populistas y divisionistas? Estos, al final, solo repercuten en nuestra propia miseria colectiva y con ello en la violencia. Y de eso, sí que sabemos los colombianos.

@JCAguiarNews

Comentarios