Bienvenidos al siglo XXI

Columnista Invitado

La imagen de la alcaldesa electa de Bogotá, Claudia López, besando a su pareja, la senadora Angélica Lozano, logró en mi dos cosas. La primera, hacerme imaginar que Colombia da pasos importantes para convertirse en una nación respetuosa, tolerante e incluyente de minorías que son extremadamente vulnerables. La segunda, en total contravía con la primera, recordarme, gracias a las polémicas desatadas en redes sociales, que nuestra nación, en algunos aspectos, parece atrapada en la era de las cavernas. Los insultos, descalificaciones y señalamientos no se hicieron esperar por parte de quienes se creen dueños de la verdad, sin significar esto que los que pensamos diferente tengamos la razón.

Por mi trabajo como reportero conocí a Claudia y a Angélica por separado, y puedo dar fe de que son dos grandes mujeres, profesionales y trabajadoras. ¿Hay que juzgarlas desde su inclinación sexual? ¡Rotundamente no! Tanto que esta discusión, desatada a lo largo de los días posteriores a la elección y al eufórico beso, no debería darse. Fue un acto espontáneo y natural entre dos personas que se aman y se respetan. Es más, no fue un hecho premeditado como algunos han querido plantearlo y menos un momento aprovechado para la propaganda y el proselitismo político. No fue, como la misma Claudia explicó, durante una celebración privada. El mismo evento en el que ella besó, de la misma forma natural, a su madre, esa profesora sacrificada que la formó con dedicación y esfuerzo hasta el punto de permitirle soñar con alcanzar el segundo cargo de elección popular más importante de Colombia.

Horas después de conocerse su triunfo, escuché a Claudia en W Radio decir, con respecto a ese beso: “Bienvenidos al siglo XXI”.

Escandalizarse con vergonzoso pudor, es más bien un hecho que cae en la ignorancia o la mojigatería. “¡Por Dios!”, exclamarán algunos; otros, responderemos que esa misma mujer que, hoy, es alcaldesa electa es la única que ha logrado ese espacio teniendo un doctorado a cuestas. ¿Cuántos en este país de “doctores” y títulos inventados pueden decir que han recorrido ese largo trayecto académico hasta lograr esa distinción? En vez de preguntarse qué mundo le enseñamos a nuestros hijos, más bien debe enorgullecerse de hacer parte de una generación que lucha por un cambio verdadero, por un mundo incluyente en el que no haya espacio para la estigmatización. Enséñele a sus hijos que tiene unos derechos enmarcados en la Constitución del 91 que se logró gracias, entre otros, al esfuerzo de esa misma mujer que siendo muy joven impulsó con vehemencia la Séptima Papeleta que permitió el proceso constituyente.

La homofobia y el machismo, vamos a dejarlos en el pasado. Creo que es mejor darle la oportunidad de gobernar y arrancar con un voto de confianza. Más bien, si quieren escandalizarse, y por razones que valgan la pena, desviemos nuestras miradas a las regiones apartadas donde están asesinando sin piedad a líderes sociales, a indígenas, a desmovilizados, a campesinos. Todos ellos, al igual que la comunidad LGBTI, hacen parte de las minorías que, como mayoría, debemos proteger de esos gamonales del pasado que desde sus tronos de riqueza, o desde púlpitos religiosos, o atriles políticos enquistados en poderes mal habidos, nos quieren imponer su visión del mundo.

Hay tantos valores que tenemos como materia pendiente, que realmente estamos perdiendo el tiempo en discusiones que deberían ser parte de un pasado muy lejano. Ahora es el presente en el que tenemos que construir ese futuro en el que quepamos todos. Que no nos queden dudas que está en nuestras manos formar una mejor sociedad.

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