Cuidemos la información

Columnista Invitado

Leí estos días un artículo muy interesante, en el diario El País de España, titulado “El cerebro nos impide ver la fuerza de los argumentos que nos contradicen”. Fue inevitable que me llevara a la realidad de Colombia y la forma en que caemos a diario en engaños a través de las redes sociales, impulsados, al parecer, única y exclusivamente por el deseo de reafirmar las posiciones que tenemos frente a temas álgidos como el proceso de paz con las Farc o nuestras posiciones políticas. Plantea, tras investigaciones, que el cerebro se niega a aceptar realidades cuyos argumentos pueden ser muy contundentes, pero que van en contravía de nuestras ideas frente a cualquier tema.

Por ejemplo, cuando se debatía en Colombia si el proceso de paz con la guerrilla era bueno o malo, sus contradictores se aferraban a opiniones que tiempo después se demostró que eran falsas: “A los guerrilleros les van a pagar 1.800.000 pesos” o “Santos le entregará el país a las Farc”. Ni lo uno ni lo otro. No significa que quienes apoyamos el proceso fuéramos dueños de la razón.

También caímos redondos en engaños: “Si votan No en el plebiscito regresamos a la guerra” o “Los guerrilleros no serán congresistas”. Tesis que también resultaron falsas, pero a las que defendimos con pasión. ¿Fue nuestra voluntad negarnos a aceptar argumentos, o era nuestro cerebro haciendo de las suyas, como lo plantean los expertos? Más bien parece la segunda, a lo que vale la pena aclarar que los colombianos no hemos sido los únicos en negar realidades. Sucedió en Estados Unidos en la última elección presidencial.

El entonces candidato Donald Trump afirmó que todos los mexicanos que llegaban a su país eran delincuentes y sus seguidores le creyeron y lo repitieron, a pesar de que está demostrado que la inmensa mayoría de los mexicanos en Estados Unidos son trabajadores honestos. Y ganó el candidato republicano. Algo similar enfrentaron los ingleses cuando les consultaron si querían o no que el Reino Unido abandonara la Unión Europea, lo que desató una gran polémica, ganando la línea que apoyaba el Brexit, es decir la salida. Han pasado más de tres años desde aquella votación y no se concreta por las serias implicaciones que esto conlleva.

Lo que es innegable es la polarización tan grande que desatan estos procesos, que también se viven en otros países. Al parecer, y no se necesita investigar mucho, solamente mirar las redes sociales, los seres humanos somos propensos a buscar datos e informaciones que “fortalezcan nuestras opiniones preestablecidas”, según plantea la neurocientífica Tali Sharot, en el artículo de El País.

Partiendo de esta posible nueva realidad no es difícil entender el sexto de los once principios de la Propaganda Nazi de Joseph Goebbels, el de orquestación, que desencadena aquella trillada frase que dice que “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. Nuestro propósito en este 2020, para crear una mejor sociedad, debería ser el de confrontar las informaciones antes de compartirlas indiscriminadamente por redes sociales. Así no caemos en engaños y ayudamos a no engañar a otros. Al final, ganamos todos y gana nuestra democracia.

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