El reclamo de la ciencia

Columnista Invitado

Del ganoderma al Dololed. De la heterodoxia en la fabricación de una bebida con supuestos efectos curativos para el cáncer a la ortodoxia de una investigación científica que descubrió un ingrediente oculto en un popular medicamento natural. De una bióloga colombiana, recién posesionada como Ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación, a una química rusa que dirige el Centro de Cromatografía y Espectrometría de Masas Crom-Mass, adscrito a la Escuela de Química de la Facultad de Ciencias de la Universidad Industrial de Santander (UIS).

Dos publicaciones del periodista de El Espectador, Pablo Correa, pusieron en la agenda de discusión a la ciencia, particularmente al método científico, al revelar que Mabel Torres, justamente la ministra del ramo, “se saltó todos los pasos del desarrollo de un producto farmacéutico a partir de plantas medicinales”, lo que ha desvirtuado su autoridad al ser la cabeza de un nuevo ministerio que representa un viejo anhelo de la academia en el país, y en otro artículo, pone la lupa en una investigación llevada a cabo por la UIS que dejó en evidencia la presencia de diclofenaco en una droga presentada como ciento por ciento naturista.

En el primer caso, la ausencia de pruebas clínicas y preclínicas necesarias en todas las fases de una investigación, para ensayar directamente en pacientes con cáncer las bondades de un brebaje a base de un hongo reconocido como ganoderma, con antecedentes de uso milenario en Asia y aparentes resultados positivos en sus consumidores, que resolvió un ‘dilema ético’ de la ahora ministra, produjo el airado reclamo de gremios y asociaciones científicas. ¿Puede un científico darse ese tipo de licencias?

Por el otro, los treinta años de trabajo de Elena Stachenko y la idoneidad de la UIS son argumentos más que suficientes para respaldar el trabajo investigativo en un centro reconocido con las mejores especificaciones, que descubrió una práctica en un laboratorio farmacéutico que podría resultar mortal. La evidencia, en este caso, despeja cualquier manto de duda sobre lo que, justamente, tienen que hacer las universidades: investigar, es decir, aplicar con todo rigor el método científico. En este debate saltan las diferencias.

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