El Covid-19 esconde otras amenazas

Columnista Invitado

Al escribir, ya seis casos de coronavirus se habían detectado en el Eje Cafetero y un total de 277 en el país. Afortunadamente sin muertes, la enfermedad avanza en medio de una sociedad temerosa, un sistema de salud a prueba y unas medidas oficiales bien tomadas y acatadas sin excepción que ojalá sean suficientes y a tiempo. 
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El mundo mientras tanto, ve las bolsas de valores caer como no lo hacían desde hace 30 años, las monedas devaluarse masivamente, entre ellas nuestro peso que ha perdido cerca del 20% de su valor, y la movilidad global paralizarse; por ende el turismo también se detiene y las ayudas gubernamentales para sus subsectores se han anunciado, dando respiro a aerolíneas, cruceros, hoteles y restaurantes.

Pero si el pánico se mantiene, esas ayudas resultarían inanes, como serían insuficientes las muy oportunas de los bancos centrales, incluido Banrepública, para dar liquidez adicional a las economías y preservar la estabilidad y solidez de los bancos. 

Ninguna de estas recetas está diseñada para aliviar crisis duraderas o para rescatar a todos los actores económicos; habrá que priorizar si el caos continúa sin alivio y se afecta el empleo de manera drástica y masiva como es probable: las ayudas deberán ir a esas familias que se quedan sin ingreso y que representan a quienes habían subido de la pobreza a la clase media, en medio del crecimiento económico universal y que ahora ven el riesgo de devolverse con sus hijos a la inopia, con la amenaza al crecimiento, a la estabilidad y a la seguridad que ese regreso significa. 

Hay que poner una red de contención de la caída, urgente, y cuya financiación provenga del recorte de otros rubros menos favorecedores del crecimiento. Claro que el petróleo cayó y con él los ingresos fiscales; pero hay que hacerla y rápido.

La guerra de precios del petróleo tiene un desarrollo incierto, tanto por sus causas, como por sus soluciones. La alianza de Rusia y la Opep había funcionado desde 2016 cuando se produjo un desplome en los precios del barril y en ella se incluyeron otros países significativos en el mundo petrolero, no miembros del cartel, como México y Kasajistán; vino luego el acuerdo de julio de 2019, “de cooperación permanente” que duró hasta la semana pasada. Hechos nuevos: EEUU es hoy el primer productor mundial de crudo, pero con costos altos, dispuesto a comprar petróleo barato para sus inventarios; la demanda mundial ha sido severamente afectada por el coronavirus, especialmente en China; Venezuela produce menos crudo que Colombia; Arabia Saudita quiso reducir la producción por la caída en la demanda, y Rusia, no miembro de la Opep, quiso mantener la oferta para no perder participación en el mercado; y ambos países quieren demostrar que EE.UU. no puede producir rentablemente petróleo a us$30 el barril, o sea que el fracking es una ilusión a precios bajos. 

Entretanto, el PIB de Venezuela caerá 15% este año y el de Latinoamérica dejará de crecer un punto. Tres regímenes autoritarios, Arabia Saudita, Rusia y Venezuela, y uno con ganas de convertirse, EE.UU., son los protagonistas de la guerra de precios petroleros. Cada uno con sus particularidades, pero todos tienen como línea común la “dignidad nacional” o el “regreso a lo que fuimos” o “demostrar lo que seremos” en la arena global. Por eso será más difícil un entendimiento.

Putin reformó en silencio la constitución rusa para quedarse como mínimo hasta 2036 y tener poderes que sonrojarían a Iván el Terrible, al poder nombrar jueces, quitar el carácter laico al estado, condenar la diversidad y todo esto ratificarlo por referendo el próximo 22 de marzo. Arabia Saudita ha comprado su tranquilidad con subsidios para todos, regresivos, porque son mayores para los pertenecientes al círculo noble de la familia real y del gobierno. Venezuela sin esperanza ni recursos para enfrentar la pandemia y con un enorme riesgo para que en Colombia se convierta en incontrolable.

La corrupción impera en los tres. Y EE.UU. con riesgos en la reelección de Trump, hará todo por no perder los votos empezando por comprar con exclusividad la vacuna para el coronavirus, que se aplicaría solo en su territorio sin asomos de solidaridad mundial. Todas estas son expresiones autoritarias que serían mucho más visibles sin el virus, pero que con él, nos dejan entrever el carácter antidemocrático de un liderazgo que no parece del siglo XXI, sino más bien de los tiempos Otomanos y que ya sabemos cómo terminó.

LUIS CARLOS VILLEGAS

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