Frío en el alma

Columnista Invitado

Estamos cruzando el umbral de una temible dimensión desconocida.
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En momentos que las naciones se preparaban para la ciberguerra, protegiendo sus sistemas de los ataques con virus informáticos, una peste biológica surgida en China se expande imparable por el mundo, causando mortandad y presagiando una debacle económica y un desempleo sin precedentes en la historia reciente.

No habrá besos de despedida, ni abrazos de consuelo entre los deudos de los boomers padres y abuelos que nos dejen (quizá la generación más próspera de que se tenga noticia). Con el debido distanciamiento social los lloraremos (o nos llorarán) y veremos en la televisión, atónitos, el derrumbamiento de emporios empresariales, pequeños comercios y un ejército de desarrapados que esperarán que los gobiernos cumplan sus promesas, para no optar por el saqueo y la asonada en su lucha por la sobrevivencia.

Anoche me preguntaba si padecemos una de las plagas anunciadas en el Apocalipsis. Si la Tierra y su zaherido ecosistema ha tomado nota de nosotros y está activando defensas para extirparnos del planeta. No sería el primer aviso: terremotos, inundaciones, tsunamis y un nuevo mega incendio que achicharró en Australia más de mil millones de animales, puede ser el abrebocas de los dolores que comienzan. Si ha triunfado el mal y los gobiernos del mundo son una caterva de perversos incorregibles. Si el pueblo de Dios compuesto por humildes parroquianos, mandados a callar donde quiera que intentaron levantar su voz, está ya extinto y se acerca la hora final.

Tranquilo, que no cunda el pánico, me han dicho queridos amigos del Centro Democrático. Contamos con un defensor comprometido: “Derrotaremos al enemigo” ha dicho el presidente Duque, personalizando al virus Covid 19 como un cobarde adversario invisible, flanqueado por bacteriólogas, epidemiólogos, infectólogos, y no pocos políticos, en frecuentes alocuciones televisivas. Nos ha explicado los beneficios del aislamiento social, de lavarnos las manos cada tres horas y antes de comer, de la distancia entre nietos (protegidos por una misteriosa proteína) y abuelos, todo esto mientras firmaba los decretos que delegan en el ministro Carrasquilla el gasto de los billones ahorrados en los Fondos de Estabilización de Regalías y de Pensiones Territoriales, para salvar la Patria.

Experiencia no le falta a ese banquero de inversión que convenció a 117 municipios para endeudarse en $440.000 millones al 15% anual (el doble de lo que me ofrece el BBVA por comprarme la cartera de la tarjeta de crédito), a través de los famosos bonos Carrasquilla. Cuenta con Findeter y Fonade, fábricas de contratación directa y express. Es también comisionado para apuntalar la confianza inversionista en el páramo de Santurbán y su brumoso bosque de niebla, que amenaza con oxidar el oro enterrado en sus entrañas. Faltaba más que por el agua de un millón y medio de santandereanos fuéramos a deshonrar al príncipe Mohamed bin Zayed Al Nayhan, Jeque de Abu Dabi y su desinteresada contribución al proceso de paz, en momentos de propiciar la unidad nacional.

Habrá ricos por decreto en el mundo entero. La fábula de Midas, el insensato rey a cuyo tacto hasta el agua se convertía en oro, debería recordarles a los gobernantes de la Tierra que esta es la hora de la grandeza, no de los comisionistas.

GUILLERMO HINESTROSA

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