Porque te quiero

Columnista Invitado

La poesía tiene muchas variantes.
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Una de las más antiguas y originales es la hebrea. Sofisticada, sabia, redactada cuidadosamente a manera de aforismos, con dos o más sentencias que se comparan o complementan, de manera no siempre evidente, otorgándole una trascendencia admirable a la enseñanza que contienen. El libro de los Proverbios, atribuido legendariamente al rey Salomón, tiene versos que me fascinan:

“Más vale reprensión manifiesta que amor oculto” Proverbios 27, 5, dice uno de ellos.

Les confieso que soy lento de entendimiento y me costó mucho descifrar su significado. A los veinte años me parecía misterioso, confuso, contradictorio. Acudí a mi madre, campeona mundial del sentido común, para desentrañar su arcano significado.

“Pues mijo, cuando su mamá le dice que está cogiendo fama de borracho y mujeriego con las niñas de Ibagué, no es por avergonzarlo, ni para amargarle la vida a punta de cantaleta. No negrito, es porque lo quiero y deseo que mejore, que se comporte como un caballero. Yo sé que es difícil es esta ciudad de maleducados, donde todo el mundo hace lo que le viene en gana. ¡Más le vale que enderezca, de lo contrario no va a llegar a ningún Pereira!”

Con esa vaciada entendí perfectamente el proverbio. Lo traigo a colación porque en tiempos de confinamiento me despierto preocupado a las tres de la mañana, compadeciendo a ese magnífico muchacho que es el presidente Duque. Imposible dormir, y si lo hiciera me saldrían avisos luminosos en la frente, para prevenirlo de posibles yerros y trampas. Tengo toda la autoridad: fui monaguillo de Monseñor Valbuena en la iglesia de Cádiz; hice la primera comunión con Tatato, su bella pariente, a finales de los años sesenta; fui aprendiz de mago blanco en los setenta; las chicas de veinte años me ceden el asiento reservado a la tercera edad, en Transmilenio, y Antonio Chalita, sabio libanés traductor de El Profeta de Kahlil Gibrán, me distinguió con su amistad.

Es un hecho que llegaste precozmente, pero eso ya no importa. Ahora se espera que aprendas a sufrir con estoicismo. Que exijas, seas riguroso y frío con tus colaboradores. Que les pongas contrainteligencia a esos que se creen intocables. Que escuches a tu presidente eterno, pero también a viejos zorros como Roberto Junguito, José Antonio Ocampo, Juan Carlos Echeverri o Carlos Gustavo Cano, con ópticas diversas y ajenos a la pequeña política y los mezquinos intereses. Los parceros de la universidad y del BID, que se defiendan solitos. Y como diría mi mamá, recuerda que a la Política no se le mezcla amor ni religión. Las cuentas cortas con el Altísimo pertenecen al fuero interno, aunque las tuyas son un asunto de Estado, pues los tiempos son malos y la Historia no da segundas oportunidades. Ah, y no olvides desconectar la sonda de helio incrustada en la silla presidencial. ¡Englobadito con el Fome noo!

Quizá sean las chocheras de un pensionado “paniquiao” y con iniciativas, pero ya se lo dije, sumercé verá.

Paso a contarles la explicación que dio mi papá del enigmático proverbio. “Avemaría mijo, muy tolimense el significado: ¡Porque te quiero te aporrio!”

GUILLERMO HINESTROSA

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