Incertidumbre y desconfianza

Columnista Invitado

Sí, incertidumbre y desconfianza son las sensaciones más intensas que se perciben en el marco del confinamiento impuesto por el Coronavirus, y ambas son muy dañinas.
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Incertidumbre porque la abundante información que circula en los medios es confusa, contradictoria e intimidante. Así, por ejemplo, se especula sobre el origen del virus y se dice que surgió espontáneamente en un mercado chino, pero también que fue producido en forma deliberada para hacer daño. Se afirma que es inevitable que el contagio llegue al 70 u 80% de la población; que el virus puede permanecer en el entorno por tres a seis meses pero también que podría extenderse a uno o dos años. Dicen que solo una vacuna lo puede superar pero que lograrla tardará seis, doce y hasta 18 meses. Se plantea que el confinamiento podría desescalarse en forma gradual en pocas semanas mientras otros alertan sobre la posibilidad de que surja un rebrote o sobrevenga una segunda o tercera ola igual o más severa.

De otro lado, también algunos analistas afirman que la quiebra de miles de empresas es inminente, que el desempleo y la pobreza crecerán en forma dramática y que la recuperación puede llevar hasta una década. Y por más que los gobiernos y donantes entreguen mercados y subsidios, reduzcan impuestos, pospongan los plazos de pago de impuestos, servicios y créditos, no es posible llegar a todos los que lo requieren y tampoco es sostenible si el confinamiento se prolonga por más de tres meses. Se agrega la diversidad de posturas adoptadas por jefes de gobierno de otros países y eso hace que algunos se pregunten si las decisiones tomadas por nuestro gobierno han sido las más acertadas, a pesar de que hay quienes insisten en que son las correctas. Todos estos mensajes, más el reporte permanente sobre el número de contagiados, muertos y recuperados en todo el planeta y en cada país aumenta la incertidumbre y el temor.

Tan lesiva como la incertidumbre es el sentimiento de desconfianza, y hay que precisar que el colombiano tiende a ser desconfiado. Y cómo no serlo si diariamente los medios informan sobre la corrupción, los crímenes, asaltos, atracos, saqueos y engaños que suceden en el país, y además se reciben alertas de la policía, de los bancos y de diversas instituciones sobre la necesidad de cuidarse y prevenir los engaños de que son víctima ciudadanos desprevenidos. Así que no es gratuita esa actitud de desconfianza, tanto que una encuesta aplicada en octubre de 2019 por el Programa ¿Ibagué Cómo Vamos? reporta que el 97% de los encuestados percibe problemas de inseguridad en su barrio. Ahora se agrega el llamado a mantener distancia social y ser prevenido porque casi cualquier persona puede ser portador asintomático del Covid-19 y podría contagiarnos.

No se trata con esta nota de acrecentar la angustia sino de llamar la atención sobre el hecho de que la incertidumbre y la desconfianza pueden exacerbarse al punto de que afecten la salud mental de muchas personas. Se requiere entonces, prepararnos con la ayuda calificada no solo de médicos salubristas, epidemiólogos, virólogos e infectólogos, sino también de psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales, que excepcionalmente están disponibles en la oferta de servicios profesionales de nuestro deficiente sistema de salud. Mucho podríamos ganar si se avanza con prontitud en el diseño e implementación de programas que prevengan y atiendan ese riesgo.

En circunstancias tan difíciles como ésta que compartimos, resulta imperativa la solidaridad, el trabajo en equipo, la reflexión colectiva, el compartir cuanto sabemos y tenemos. Entonces, tendremos que asegurar que la incertidumbre y la desconfianza no se constituyan en barrera que impidan sumar esfuerzos no sólo para recuperar cuanto estamos perdiendo sino también para aprender de esta dolorosa experiencia y, con decisión, creatividad y energía, construir un mejor camino, porque el que venimos transitando es deplorable y sus graves carencias han quedado al desnudo con el coronavirus.

CARMEN INÉS CRUZ BETANCOURT

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