Reconciliación y memoria histórica

Columnista Invitado

Continuando con los aportes de la reconstrucción alemana post nazi, es importante precisar que a pesar de la impunidad que caracterizó la justicia dejada por los Aliados, lo que permitió la reconstrucción y reconciliación del país ha sido el modelo de Estado constitucional pactado entre antagonistas políticos en 1949 y que nos legó hasta nuestros días el modelo de Estado de bienestar
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o sea, social y democrático de Derecho, que también le debemos al pacto civilizado italiano entre contrincantes políticos que después de la derrota de Musolini se logró para este país en 1948. No obstante, se han venido desdibujando las conquistas que los hicieron merecedores del apelativo “de bienestar” desde la década del 90 con el debilitamiento del Estado en ambos países.

El parlamento alemán o Bundestag es precisamente la expresión de pluralismo ideológico típico de aquel modelo de Estado: por ello la presencia, por ejemplo, del partido anti extranjeros, anti memoria histórica y pronazi AfD, que obtuvo en las últimas elecciones casi el 13% de votos, así como partidos de izquierda que obtuvieron 18% de los votos y que critican tanto al Estado federal vigente como al régimen de la antigua Alemania Democrática.

En lo que también han sido paradigma los alemanes, es en el tratamiento de la Memoria histórica (Aufarbeitung der Vergangenheit) para la Reconciliación, gracias, entre otros, al legado de filósofos de la política como, Theodor Adorno, Hannah Arendt o Walter Benjamin, víctimas del nazismo, luchando contra el olvido del pasado y la estrategia del silenciamiento, para que más bien se conozcan y rememoren acontecimientos trágicos como el exterminio de pueblos, de partidos, persecuciones, humillaciones, actos de discriminación, odio y venganza, para que un pueblo sepa la verdad, nunca la olvide y de esta manera no permita que se repitan, o que se elijan representantes de un tal proyecto macabro, y pueda pacíficamente lograr la reconciliación.

La reconciliación y la construcción de la memoria colectiva de un pueblo a través del conocimiento de la verdad, son objetivos imprescindibles del modelo de justicia post conflicto, más que la venganza –sentimiento que deja todo guerra, conflicto armado o régimen autoritario-, encarnada en largas penas o el aniquilamiento político del contrincante.

Sin embargo reconciliación no significa identificación ideológica forzada, sino convivencia bajo el respeto de condiciones mínimas y sin juego sucio; significa superación de los abismos sociales y construcción de una cultura democrática que permita convivir tolerando las diferencias. Para eso son los pactos civilizados que representa todo Acuerdo de paz o una Constitución Política, como la alemana de 1949 o la italiana de 1948.

En Alemania los obstáculos a la reconciliación no provienen de los que han superado el complejo de culpa por la responsabilidad de las generaciones pasadas ante las atrocidades del régimen que apoyaron, sino de aquellos que siguen negando (se les llama “negacionistas”) que las atrocidades existieron o que las justifican: estos son los verdaderos peligros para que ellas vuelvan a repetirse. Definitivamente para Colombia la experiencia alemana en materia de Reconciliación y Memoria histórica es imprescindible; por ello me parece importante terminar con un consejo de un historiador alemán (Knabe), a propósito de nuestro Proceso de paz: “…en una sociedad no todos tenemos que ser amigos… esto no quiere decir que tengamos que odiarnos.

En una sociedad libre uno no debe sentirse obligado a amar a los demás, sino a estar tranquilo con su consciencia y a respetarlos. Las culturas cristianas pueden pensar distinto, pero tras un conflicto tan difícil y complejo ese anhelo es imposible…”.

EL NUEVO DÍA

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