“Gastar, gastar y gastar”

Columnista Invitado

Tal fue la consigna de John Maynard Keynes, el más grande economista de todos los tiempos, frente a la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado.
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Pero esa Gran Depresión estuvo concentrada en Estados Unidos, Europa y Japón, las regiones más ricas del mundo de entonces. Al resto de la tierra sus efectos fueron llegando con un considerable retraso. No había Internet, ni las redes sociales que nos comunican, en tiempo real, diariamente lo que acontece en las economías más prósperas. Antes los mercados eran más insulares que globales.

Ahora el asunto es genuinamente catastrófico. Este virus, a la manera de una invasión jamás esperada de extraterrestres, paralizó el aparato productivo del planeta. Esta vez la Depresión Global – tal es el nombre en mi opinión más apropiado -, nos llegó a todos del ‘cielo’, sin haber tenido que mediar mecanismos de transmisión desde unos países a otros. Es una pandemia económica que jamás había sucedido y, por ende, que jamás había sido recogida antes por la historia como prototipo comparable.

Sin embargo, la que más se acerca a su dimensión es la que tuvo que enfrentar Estados Unidos bajo la presidencia de Roosevelt y su audaz consejero británico Keynes. Acompañado por Lauchlin Currie, quien luego vivió en Colombia hasta su fallecimiento.

Keynes defendía por encima de cualquier otra consideración, ante la debacle de la demanda del sector privado y los hogares, la estrategia de estimular el poder de compra de la nación como resultado del gasto del gobierno, financiado principalmente por endeudamiento, antes que por más impuestos. Es decir, la palanca fiscal jugada a fondo.

Sobre la política monetaria sostenía, con plena razón, que el crédito barato y el aumento de la liquidez en la economía, aunque necesarios, no resultaban suficientes. En tiempos de crisis, confiar exclusivamente en la política monetaria, equivaldría a “tratar de engordar usando una correa más larga.”

¿Cómo financiar más gasto? Obvio, a través de mayor endeudamiento. No sólo con las organizaciones multilaterales, y demás mercados de capital donde Colombia por fortuna ostenta una favorable calificación, sino también con nuestro banco central, que, desde su refundación en 1991, cuenta con esta facultad, sujeta al voto unánime de los miembros de su junta.

 Acertada decisión del Comité de la Regla Fiscal al haber dejado en suspenso, de modo transitorio, su vigencia. El diseño de semejante puntal de la modernización institucional del manejo macroeconómico, fue pensado para tiempos ‘normales’. Pero ahora, como en el caso de la globalización, una pausa en el camino resulta forzosa.

¿Gastar en qué? Sin duda en los proyectos de más rápida y eficiente contribución a la recuperación del aparato productivo. Mirando el mediano y el largo plazo, no dudo en señalar como frentes de la más alta prioridad la infraestructura, principalmente vías terciarias. Y en la protección de las fuentes hídricas, desde los páramos, nuestras fábricas de agua, hasta su principal destino, que es la agricultura, la alacena de nuestra comida. Dos ámbitos que constituyen el fundamento de la seguridad alimentaria de Colombia.

En medio de esta crisis sin precedentes, contamos con un líder sin igual para estos tiempos: el presidente Duque. Muy bien acompañado por un gabinete de las más altas calificaciones, empezando por su ministro de Hacienda Carrasquilla. Esta es una suerte de guerra planetaria. No es hora de vacilaciones. Acompañemos a nuestros conductores con toda la determinación.

CARLOS GUSTAVO CANO

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