Somos una Sociedad enferma (Parte 1)

Columnista Invitado

Escribir esta columna es doloroso. Ratificar una vez más que somos una sociedad enferma es desesperanzador.
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¿Cómo explicarles a los niños que este mundo no es un lugar seguro para ellos o que en su casa pueden estar durmiendo con el enemigo? ¿Cómo explicarles que un papá, una mamá, un padrastro o un familiar es capaz de arrebatarles su inocencia y dejarles una herida profunda para siempre? O peor, que 7 soldados, pertenecientes a la institución encargada de proteger al pueblo, violaron de forma inhumana y atroz a una niña indígena indefensa. ¿Cómo explicarles que en los jardines, colegios y universidades corren el mismo peligro?

Cada vez que un caso de violencia sexual contra niños trasciende a los medios de comunicación, el país entero rechaza los hechos a través de discursos pasionales, fotos simbólicas y mensajes en las redes sociales. La indignación dura muy poco tiempo; mientras tanto, cada 22 minutos una niña o un niño es violado en el país. 

Debemos pasar de la retórica a la acción. ¿De qué sirven tantas arengas y proclamas de rechazo e indignación a los niños víctimas si no vienen acompañadas de actuaciones que eviten este flagelo?

Llevo años luchando por la cadena perpetua. Soy una convencida de que esta es la pena que se les debe imponer a estos criminales; pero también sé que esta medida por sí sola no va a solucionar el problema de fondo. El debate no puede centrarse exclusivamente en el castigo. Debemos realizar un análisis profundo sobre las causas, de cómo estamos educando a nuestros hijos y de cómo vamos a romper con esos patrones culturales que justifican la violencia contra las mujeres y los niños y que se repiten en cada generación.

Para los gobiernos el fortalecimiento de la familia, núcleo de la sociedad, nunca ha sido prioridad; la razón fundamental es que estos programas no representan réditos políticos para ellos. Para muchos, lo importante son las inauguraciones de obras donde cortan cintas en frente de un comité de aplausos; y así alimentar sus egos.

Las entidades tienen que asumir su verdadero rol en la protección de los niños. La prevención de todo tipo de violencia o abuso debe ser responsabilidad directa de los líderes de las entidades, quienes deben implementar las estrategias para impedir que estos hechos se presenten. Solo si estos asuntos dependen directamente de ellos  y que se considere como un asunto central, se logrará hacer una prevención efectiva. Esto implica que rectores de entidades educativas, líderes de entidades estatales y privadas, los comandantes de la Fuerza Pública sean referentes activos en la prevención de estos delitos construyendo planes de acción estratégicos, no reactivos y coyunturales como lo vemos a diario.

¿Cuántas tragedias nos evitaríamos si la protección de los niños fuera la brújula de vida?

CRISTINA PLAZAS

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