La educación que pudo haber sido y ahora sí tiene que ser

Columnista Invitado

Ante la aparición de la pandemia, todos nos sentimos alarmados por el rompimiento abrupto de unas rutinas que, al pensar de muchos, se encaminaban al progreso, no importaba de quién o de qué, y la educación preparaba a la gente para que tuviera más: conocimientos, bienes y hasta poder.
PUBLICIDAD

Y quienes lo estaban logrando, incluso, con el detrimento y el atraso de otros, también con nosotros, creíamos en el avance de mejores condiciones de vida, debido, entre otras razones, al impresionante desarrollo del lenguaje digital, el tercer más importante descubrimiento de la humanidad después del lenguaje oral y luego, de la escritura. La cibercultura, con este nuevo lenguaje, aceleró el cambio atizado por el surgimiento en paralelo de la globalización en todas las esferas y actos humanos: la economía, el arte, la ciencia, la educación.

Pero con la pandemia se trastornan nuevamente los procedimientos y modos de desarrollo de las principales actividades humanas, o como diría el filósofo Byung Chul Han, se terminaron “los rituales”. Ya no nos saludamos de misma manera, cambiaron los modos y medios utilizados para las transacciones financieras y comerciales, las consultas y tratamientos médicos, etc. Ya lo sabían hacer con el uso de las nuevas tecnologías.

Pero en educación en muchos lugares del mundo seguimos como en el siglo pasado. La obligación de cerrar las aulas, ante la propagación del Covid y quedarse en casa ha sido traumática para muchos estudiantes y profesores. La necesidad de adoptar otro ritual escolar ha sido sorpresivo y muchos se resisten al cambio completo, se conservan las costumbres del dictador de clases y el buen repetidor de datos en los exámenes. Es el arraigo al viejo paradigma de enseñanza aprendizaje en el que el profesor le transfiere el conocimiento a su estudiante porque no lo sabe, y en el que los calendarios fijan las fechas en las que el estudiante ya tiene que saber lo que le van a preguntar.      

 Preocupante que, a diferencia de otros campos de la actividad humana en la administración y la medicina, en la educación no se habían podido transformar los modos de la escolarización a pesar de que ya se disponía de todos los desarrollos tecnológicos virtuales. Los intentos, dizque de mejorar la calidad de la educación, sólo lograban cambios de formalidades instrumentales sin apuntar a lo sustancial en el contenido, ante los cambios profundos de las nuevas culturas, global y locales, que habían creado otras maneras de prácticas comunicativas: el diálogo y la interacción con objetivos diferentes a reproducir conocimientos obsoletos y ajenos.

Es necesario, por lo tanto, replantear la función del docente para que antes que preocuparse por los programas y las instrucciones de lo que debe hacer, se comprometa con su verdadera vocación de maestro para constituir a sus discípulos en pares con quienes mediante la interacción, coadyuven en la formación en proyectos de vida, siempre con esperanzas de lograr una sociedad justa y mejor para todos.

LUIS ALFONSO RAMÍREZ PEÑA

Comentarios