Tolima resiliente

Columnista Invitado

El departamento del Tolima fue uno de los escenarios donde se vivió con mayor ahínco el fenómeno de la violencia partidista en Colombia, el cual se tornó dantesco tras la caída de la dictadura militar en 1957; convirtiéndose en el problema de mayor trascendencia en la vida republicana del siglo pasado. Por ello Alberto Lleras Camargo expresó que "El caso del Tolima debe ser el objeto de la más honda, viva y eficaz preocupación de toda la república".
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Y no era para menos una vez se fueron levantando las restricciones del gobierno de facto, los colombianos comenzaron a conocer la verdadera magnitud de las diversas formas de violencia acaecidas desde hacía dos lustros de la mano del gobierno conservador contra las mayorías liberales del Tolima.

Esta violencia de carácter oficial que se había enquistado en el Tolima a mediados de los años 50, generó un sinnúmero “de contiendas partidistas a nivel local y fomentó un estado de anarquía generalizada que con frecuencia se ejercía a nombre de los partidos. Bien fuera abaleadas, apuñaladas, destripadas, quemadas, golpeadas o ahogadas”. Ni siquiera las áreas rurales de Ibagué, escaparon a la violencia, los buses que viajaban entre la capital y otras ciudades fueron objeto de atracos robos y violaciones

Fueron célebres personajes como Jacinto Cruz Usma, alias, Sangre negra; Teófilo Rojas Varón, alias Chispas; José William Aranguren alias, Desquite; Jacobo Prías Álape, alias Charro Negro; José María Oviedo, alias Mariachi; Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo; entre muchos otros y por supuesto todos ellos antecedidos por el enfrentamiento entre los Cachiporros que era el nombre como se conocían a los miembros del Partido Liberal Colombiano y los Chulavitas que fueron una facción armada irregular del gobierno colombiano durante el periodo denominado como La Violencia que tenían funciones de policía secreta.

A la par que se sucedían estos hechos de violencia, el Tolima se convertiría a su vez en un laboratorio para la experimentación en la construcción de paz, inicialmente con el llamado Frente Nacional, que si bien contribuyó con el desescalamiento de la violencia, a la postre se transformaría en el más burdo acuerdo entre liberales y conservadores para repartirse el poder; pero este sería el primer paso para “desarmar los espíritus”. En 1958, una mezcla de iniciativas oficiales y populares permitieron una reducción dramática de la violencia en el Tolima y otras regiones del país.

Como resultado de este esfuerzo se aumentaron las inversiones del gasto público y se realizó un esfuerzo por legalizar la situación de los campesinos que habían participado en el conflicto y dejado las armas. Al mismo tiempo miles de desplazados de sus tierras comenzaron a retornar al área rural, volviendo al Tolima lo que es hoy una tierra de gente resiliente que se resiste a quedarse atrás a pesar de la pandemia y los obstáculos que como la corrupción le son comunes a todas las regiones del país.

Fuente: Violencia partidista y construcción de paz en Tolima, 1958, arcgis.com.

 

CARLOS EDUARDO LAGOS CAMPOS

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