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Pero como algunos, especialmente el gobierno central y sus redes de influencia, creen que los colombianos apenas están en la categoría sentipensantes (igual que algunos animales domésticos) resulta imposible no manifestar algunas vergüenzas ajenas que hemos sufrido; uno hasta se puede reír de los errores de expresión o de conjugación de verbos del Presidente, que de paso hay que decir que son muchos, la cereza del pastel hasta hoy “así lo conocí y así lo querí”; también la hora de acción y prevención todos los días a las seis de la tarde, que parece más un episodio del Chavo del Ocho, es hasta soportable a sabiendas que la mayoría de las emisiones tienen una buena carga de cine ficción.
Pero la gota que rebasó el vaso y se salió de todo pronóstico es el inicio del proceso de vacunación, un show mediático sin parangón. Parece que el Gobierno Nacional no se diera cuenta que somos foco de críticas internacionales por llegar tarde a este proceso y las malas opiniones no obedecen a ninguna conspiración castrochavista o petrista; simplemente esta pandemia ha puesto en evidencia que si no actuamos globalmente y a tiempo, el Covid no se acaba, no lo podemos controlar. Para mejorar su imagen internacional no basta legalizar a unos venezolanos, en un acto que consideran ejemplar en relación con la migración.
Por otro lado ya nos aguantamos la “confidencialidad”. En relación con los costos de las vacunas por un bien superior que es salvar vidas, porque como expresó en su momento Duque, en un descarado chantaje, que si seguíamos indagando las farmacéuticas no nos enviarían vacunas, esto nos vuelve a todos cómplices de una latente corrupción. Muchos enunciados en la hora del Chavo, en torno a no usar con fines politiqueros las vacunas, esto se quedó centralizado, como todo el tema, en el gobierno central, ¡solo ellos pueden politiquear con las vacunas!
Todo pintó mal desde el inicio; la recepción en el aeropuerto de Bogotá, fue tristemente vergonzoso, digno de suceder sólo en el Macondo de García Márquez, un despliegue mediático insólito, los ministros con el Presidente a la cabeza, recibiendo con discursos, aplausos y fotos un contenedor con sólo 50.000 dosis. Hasta el Ministro de salud, que lo tenía por un hombre ecuánime haciendo selfies. Se vio a Duque y su séquito embargados por la felicidad de cumplirle a Colombia. Eso no se puede ni siquiera sugerir con esa mínima cantidad de dosis, cuando se necesita vacunar a 35 millones de personas; siguió el traslado a la bodega donde se iban a almacenar, muchos carros oficiales, policía, realmente una caravana con calles despejadas para tránsito exclusivo. Risible, penoso este acto tan provinciano, por decirlo de alguna manera decente.
Los periodistas trasmitiendo como si fuera el Tour de Francia… ahí se ven, ya llegaron, vamos a ver si podemos ir en la caravana, estamos esperando el arribo a la bodega etc., eran los comentarios. Como diría un escritor oriundo de Macondo, “fue un pequeño gran paso para la humanidad, como la llegada del hombre a la Luna”.
Y muchas vergüenzas más… al gobierno se le olvidó programar vacunas para el personal médico del Amazonas, hoy uno de los puntos más críticos de Colombia. Si no fuera por la solicitud de autorización que le hiciera la Alcaldesa de Bogotá al Ministro de Salud para que le autorizara, transferir de sus vacunas a Leticia (algo más de trescientas), no nos hubiésemos enterado. Al gobierno le tocó reconocer este pequeño olvido, también el gobierno sacó un cuadro con la distribución de las dosis, pero si uno suma no da 50.000. ¿Dónde está el nada despreciable faltante?
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