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Echandía, poseedor de una sólida cultura jurídica y social, ha sido reconocido como el hombre que imaginó e impulsó, en el gobierno de nuestro coterráneo, Alfonso López Pumarejo, las reformas que introdujo a la Constitución de 1886 el Acto Legislativo de 1936, que clarificó las relaciones entre la iglesia y el Estado, estableció en Colombia los conceptos de la intervención del Estado en la economía y la función social de la propiedad, criterios que se acuñaron con la Constitución de Weimar en Alemania en 1919.
El Maestro, título que los colombianos le concedieron a quien se convirtió en la conciencia jurídica del país, inició su brillante carrera como Juez de la República en Ambalema, tarea que continúo en los Despachos civiles del Bogotá, para luego acceder a la plaza de Magistrado en el Tribunal Superior de Ibagué, periplo que culminó como Magistrado de la Corte Suprema de Justicia.
En la política, Echandía se desempeñó inicialmente como Diputado de la Asamblea del Tolima, Concejal de Armenia, luego de renunciar a su cargo de Gerente del Banco Agrícola Hipotecario, Diputado a la Asamblea de Caldas, de donde se traslada luego al Congreso de la República para reemplazar al General Fabio lozano Torrijos.
Llamado a colaborar en el gobierno de la revolución en marcha que encabezara López Pumarejo, el egregio jurista se destaca como Ministro de las carteras de Gobierno, Educación y Relaciones Exteriores, además de embajador ante la Santa Sede y el Reino Unido. Como primer designado ocupa el solio de bolívar en dos ocasiones en el Gobierno de López y una en el de Alberto Lleras Camargo. En el mandato del doctor Carlos Lleras funge como Ministro de Justicia.
Al iniciar la vigencia el Frente Nacional, el Presidente Lleras Camargo lo designa como Gobernador del Tolima, cargo que asume con gran compromiso con el sueño “que los tolimenses puedan volver a pescar de noche”.
La apretada síntesis de las altas posiciones en las que sirvió al país el doctor Echandía, tiene por exclusivo propósito evidenciar que en todas ellas dejó su estela de ejemplar servidor público, sin aprovecharse del poder, más bien, desdeñándolo y esquivando la zalamería con la que los válidos ensalzan a los gobernantes para mantener sus prebendas. Como lo anotaba con razón Otto Morales Benítez, en cada actuación del Maestro resalta su túnica de Magistrado, aquella que nunca fue maculada por el prevaricato.
Esperamos con optimismo que aparezcan en la política tolimense los verdaderos herederos de las pruebas prácticas del doctor Echandía, para cumplir así el sueño de Alberto Lleras Camargo, en las sentidas palabras pronunciadas en las exequias del ilustre Ex presidente.
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