Cuentas claras

Columnista Invitado

Ahora que ya se asentaron las intensas pasiones provocadas por la última elección presidencial, en el entendido que una pasión es una emoción del alma que se sufre porque no somos causa de ella, podemos hacer cuentas.
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Los ciudadanos con capacidad electoral de nuestra nación suman 39 millones de personas, de las cuales 972.764 votan en los consulados de todo el mundo. De esa totalidad, el 51,6 % son del género femenino, ya que los del género masculino son apenas el 48,4 %. ¿Alguna queja? No.

El pasado domingo votaron 22.363.125 ciudadanos, con lo cual la abstención electoral se redujo al 42,7 % de los votantes potenciales. Como los votantes en blanco solo montaron el 2,24 %, sus promotores se hicieron políticamente irrelevantes. ¿Alguna queja? Sí, la abstención debería ser mucho menor para demostrar la educación cívica de los ciudadanos y su compromiso con el futuro de la nación. Pero, digamos en su favor, que esto es mucho mejor que el grito perdido de la generación barbada de 1960: “¡Abajo la farsa electoral: no vote!”.

De los votantes efectivos, el ganador obtuvo el 50,44 % de los sufragios y, el perdedor, el 47,31 % de los votos. Como este reconoció noblemente y de inmediato su derrota: ¿alguna queja? Sí, que este resultado podría echar a andar un régimen institucional de gobierno/oposición, como alguna vez lo soñó el presidente Virgilio Barco. Pero por ahora es difícil, porque para ello se requieren partidos institucionalizados y no estos movimientos efímeros que vimos, flor de un día, con microempresarios electorales. Las voces individuales que ya anunciaron oposición al nuevo gobierno son golondrinas que no hacen verano, y la mermelada seguirá corriendo en las cámaras legislativas.

Esta vez no oímos debates inteligentes de distintos programas de gobierno, pero en cambio sí mucha argumentación ad hominen, chismorreo superfluo y mercado de pasiones. La religiosidad se impuso: tabla de mandamientos, anuncios del éxodo de Egipto, amenazas del juicio final y oferta de gracioso perdón a los derrotados. ¿Alguna queja? Sí, que nos hace falta una cultura política moderna, laica, fundada en propuestas responsables, ajena a la descalificación del adversario. Otra vez será.

 

 

ARMANDO MARTÍNEZ G.

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