Cultura política para aceptar el Cambio

Columnista Invitado

Entre la agotadora época electoral que acabamos de pasar, en donde predominó la campaña negra y negativa de los candidatos, volvió a salir a flote la incapacidad que aún tienen la ciudadanía, los medios y muchos de nuestros representantes para tener opiniones públicas por encima de sus emociones. El miedo, el sectarismo, la desconfianza, la desinformación, los ataques personales y las opiniones prejuiciosas marcaron el discurso y permearon incluso a los más críticos y estudiosos intelectuales. ¿Nos sorprende?... pues, no debería. El país tiene una deuda inmensa con la construcción de una verdadera cultura política que rompa con ese pasado oscuro que tanto nos ha costado, en el que nos enseñaron que la política eran los buenos contra los malos.
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Hay dos Colombias que no han querido comprenderse ni reconciliarse. Lo vimos de nuevo en estas elecciones con la exacerbación de sentimientos y el apoyo emocional a un candidato o en contra de otro, en donde el discurso predominante tuvo como eje el miedo y el temor al cambio. Hablando de buenos y malos empíricamente nos han contado nuestra historia política desde siempre y esto sólo ha contribuido a mantener la noción de que no hacemos parte de un mismo país (allá ellos y acá nosotros). Y así, a lo largo de nuestra historia, hemos podido tener con dificultad diferentes espacios de paz política, pero no hemos podido tener espacios de paz social.

Nuestra historia también se ha caracterizado por ese eterno pacto de elites, pactos desde arriba, en donde se contienen o negocian cambios. La obstrucción de procesos políticos alternativos de las llamadas terceras fuerzas políticas había sido una clara muestra de esto. Sin embargo, hoy tenemos al primer presidente de izquierda en la historia de Colombia quien logró también, a través de un pacto, unir diferentes fuerzas y crear un nuevo escenario de democracia pactada, pero esta vez no desde arriba.

Esto es un logro mayor. Que lo vaya a hacer bien o mal, que sus formas o estilos sean o no las correctas es otra discusión, importante sin duda, pero nadie puede negar que el simple hecho de que se haya abierto por primera vez este espacio para la representación de muchas poblaciones y causas olvidadas a un nivel presidencial es una oportunidad muy valiosa para transitar hacía una mejor democracia.

En ese camino, la cultura política juega un papel central. El reto es enorme porque requiere el cambio de todas las partes. El presidente y su equipo tienen la gran responsabilidad de liderarlo y trabajar en desmontar los miedos que han generado desactivando también la estrategia de ataques a sus contradictores que los ha caracterizado, pero nos corresponde a todos los colombianos, como primer y más importante paso, dejar de ver al contrario, al diferente, al opositor como el enemigo. Ese cambio de mirada respecto a cómo nos vemos y cómo vemos al otro será fundamental para no ser el palo en la rueda, para ser críticos con objetividad, para que construyan sobre lo construido y guíen con el ejemplo. Trabajemos todos en construir una cultura política para el cambio.

Camila Albarán

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