Sin peleas más rumbeas

Comandante de la Metib

Compartir con familiares y amigos es uno de los momentos más agradables para el ser humano, escenario que permite exteriorizar amor y estimación por los seres queridos; ahora bien, cuando se lleva a cabo este tipo de encuentros en un establecimiento abierto al público e ingiriendo bebidas embriagantes, el comportamiento debe ser el ideal para evitar hechos que fracturen el propósito original de sano esparcimiento. No siempre se puede señalar como detonante al licor, aunque si podría influir en el normal funcionamiento del entendimiento para algunas personas, donde la capacidad de diálogo para resolver diferencias puede verse amenazada cuando se requiere en esos leves instantes y surge la intolerancia, dejando como resultado los denominados jocosamente “tragos amargos”, vivencias de mal recuerdo donde el individuo se cuestionará por qué lo hizo, muy probablemente olvidará parte de los hechos, pero si los evidentes resultados cuando salen a flote la comisión de un delito relacionado con un homicidio o lesiones personales producto de una riña o al protagonizar actos contrarios a la convivencia.

Al respecto conviene decir, que al llegar el fin de semana algunas personas optan por concentrar su atención en eventos donde el epicentro siempre serán las bebidas embriagantes, pero se requiere de mucha sobriedad al tomar decisiones bajo sus efectos. Así las cosas, sería prudente hacer una breve reflexión frente a qué sucede en el cuerpo de un sujeto cuando dispara sus límites en el consumo de licor. Primero, el alcohol es absorbido por las paredes del intestino y dispersado por el cuerpo a través de la sangre; parte de este líquido llega al cerebro afectando algunos neurotransmisores, utilizados para comunicarse, de ahí que el denominado “borrachito” no puede pronunciar sílaba de forma clara, perdiendo igualmente reflejos y concentración. A su vez, el cerebro está en capacidad de mal interpretar situaciones que de estar lúcido no tendrían importancia, momentos en que se podrían presentar detonantes para una riña.

Evidentemente al aumentar el número de “copas” el cuerpo pierde su capacidad para mantener un buen equilibrio, la coordinación y la atención se ven amenazadas por la ingesta de licor; aunado a ello, afectará con un impacto negativo la memoria, dejando en el olvido, los gratos momentos que pasó en compañía de sus amigos. No se puede dejar atrás, lo que se avecina al siguiente día, con temor se aprecia la aparición del “guayabo” acompañado con un fuerte dolor de cabeza, deshidratación, daño estomacal y bajos niveles de azúcar, siendo necesario asimilarlo con una buena alimentación; resultado de este exceso, un cuerpo estropeado por el cansancio y los efectos del abuso en el consumo de bebidas embriagantes. Así las cosas, ¿realmente fue una buena noche?. Entre tanto, en algunos casos lo anterior puede venir acompañado del dolor ante los resultados de una riña, es contundente reflexionar sobre el comportamiento de las personas en zonas abiertas al público, invitándolos a que tengan en cuenta que “Sin Peleas, más Rumbeas”, la tolerancia y una actitud mediadora puede evitar fatales resultados.

DIOS Y PATRIA

Comandante Metib

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