¿Qué hacemos con San Andrés: Venderla o arrendarla?

Utilizando el lenguaje del senador Gerlein, podemos decir que desde el 19 de noviembre tenemos una relación excremental con Nicaragua, a raíz del fallo de la Corte Internacional de Justicia, donde Colombia perdería unos 75.000 kms cuadrados de su territorio.

Utilizando el lenguaje del senador Gerlein, podemos decir que desde el 19 de noviembre tenemos una relación excremental con Nicaragua, a raíz del fallo de la Corte Internacional de Justicia, donde Colombia perdería unos 75.000 kms cuadrados de su territorio. El fallo en mención no tiene reversa y cualquier aclaración que se presente ante dicho tribunal es perdida. Ahora bien, la decisión tardía del gobierno de renunciar al Pacto de Bogotá, no cambia en nada el panorama, pues dicho acto tiene efectos hacia el futuro y no es retroactivo. Suspender los efectos del fallo es prolongar el estado de agonía del paciente.

La situación del gobierno no es nada fácil: si lo acata, su popularidad se va al suelo y hasta se podría caer por una reacción impredecible del pueblo colombiano. Además, aquí tendría que contar con el Congreso, según el artículo 101 de la Constitución Política, pues sus límites sólo podrán ser modificados por tratados aprobados por el legislativo y ratificados por el Presidente. Por el contrario, si lo rechaza, la relación excremental con Nicaragua se trasladaría a  Venezuela, Cuba e Irán, gobiernos que están detrás de esta maniobra sucia contra Colombia, sin contar con unas empresas petroleras que ya se van de cabeza al mar para sacar de allí el petróleo, sin importarles el desastre ecológico.

San Andrés siempre ha estado lejos de la mano del gobierno central, con un alto índice de desempleo, donde la fuente más importante de ingresos para muchos habitantes, después de la pesca, es el tráfico de drogas. Para el país el asunto es de seguridad nacional, pues Nicaragua, acompañada de Cuba, Venezuela e Irán, afianzaría el régimen comunista en la zona.

Ante esta difícil situación, una salida podría ser dar en arriendo esa porción del territorio a un país extranjero, como Estados Unidos, Alemania o Japón, por un término de 100 años, a cambio de ofrecerle la doble nacionalidad a sus habitantes, con inversiones en turismo, sector financiero y de servicios, y con un precio entre 10 a 20.000 millones de dólares, dinero que nos serviría para financiar los grandes proyectos de infraestructura, y que según la Cámara Colombiana de Infraestructura tienen un costo de 40 billones de pesos.

La idea no es descabellada, si vemos la venta que Rusia hizo a los Estados Unidos de su territorio Alaska, en 1867, a un precio de 7 millones de dólares, lo que vale hoy el pase de Falcao. Y, el otro ejemplo, en el otro extremo, la cesión de Hong Kong, de China al Reino Unido, en 1899, por 99 años, donde Hong Kong es hoy uno de los grandes centros turísticos, industriales, comerciales y financieros del mundo, con un altísimo producto per cápita y el segundo en el mundo con mayor expectativa de vida.

Ahora bien, si la subasta la gana Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, ellos controlarían con mayor eficacia el tráfico de drogas, pudiendo cultivar su propia marihuana para el consumo doméstico, en estas tierras del meridiano 82, impidiendo la salida de los dólares, que es lo que más les duele, e implementando paquetes turísticos internacionales, bajo el lema “tabaco, y ron para todos”.

Mientras tanto, el pueblo colombiano sigue atolondrado y en estado de coma inducido, bajo los efectos diabólicos de la televisión, con Madona, Rafael Orozco, La Voz Colombia, El capo, Pablo Escobar, el lloriqueo de las telenovelas mexicanas y los ladridos de Laura. Y, como dijo, el Pibe, “todo bien, todo bien”.

Credito
FRANCISCO CUELLO DUARTE Profesor de derecho administrativo

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