Rebuznando en inglés

De los Estados Unidos recibimos lo bueno y lo malo. La tecnología, los dólares, el Plan Colombia y otras ayudas; pero también sus vicios, los héroes de plásticos, Haloween, y la actitud mental de una sociedad de consumo.

La primera semilla de marihuana la trajeron los Cuerpos de Paz para sembrarla en la Sierra Nevada de Santa Marta. Aquí comenzó la deforestación y el inicio del mayor crimen ecológico sobre uno de los grandes pulmones de Colombia y especial ecosistema del mundo, pues allí nacen cerca de 35 cuencas hidrográficas en unas 400 mil hectáreas.

No obstante, este lugar sagrado de los Kogui, Arhuacos, Wiwas y Kankuamos, se convirtió durante casi dos décadas, en el mayor productor de marihuana del país, tipo exportación, siendo la más apetecida en los Estados Unidos, hasta cuando los gringos pudieron cultivarla en invernaderos, dejándonos el vicio, la violencia, los muertos, y la corrupción de un negocio que no se va a acabar mientras haya consumidores, y que mueve anualmente unos 300 mil millones de dólares.

El cultivo se regó por todo el país, especialmente en los Llanos Orientales, Valle del Cauca y el Cauca, este último, actualmente epicentro del narcotráfico en Colombia, y en donde concurren todos los actores del conflicto armado y desarmado, que se nutren del negocio como cualquier cultivo de maíz o café.

Ahora, con la legalización de la marihuana en los estados de Colorado y Washington, debemos romper el tabú, pues no podemos seguir poniendo los muertos, y persiguiendo pequeños campesinos que no tienen acceso al crédito bancario, mientras allá se fuman tranquilamente su “varillo” como dijo el Presidente Santos, dejándonos bajo el imperio de normas de control y de sanción penal como si se estuviéramos en la época colonial.

Ya en Uruguay el Presidente Mujica propuso crear un mercado regulado para la marihuana, cobrando impuestos al consumo, lo que debilitaría el tráfico ilegal de otros productos más peligrosos como la cocaína. Será entonces el primer Estado productor, fijando a la vez una dosis personal hasta de 30 gramos al mes, cantidad que un gringo se fuma en un solo tabaco en las calles de Los Ángeles, y ahora en Washington o Colorado.


Vale aclarar que la marihuana es una sustancia psicoactiva, que contiene elementos químicos como el tetrahidrocannabinol o THC, capaz de embalar al más avispado de los seres humanos, con serios efectos secundarios que afectan el cerebro, los pulmones y los ojos. Pero también de este cultivo se puede extraer jabones y aceites con propiedades analgésicas que pueden ayudar en enfermedades como la artritis, el cáncer y estrés. Comparándola con el tabaco, sus efectos son iguales de nocivos, pues una de las principales causas de muerte, es el cáncer del pulmón y las enfermedades cardíacas, ya que contiene nicotina y 50 agentes cancerígenos.


Así las cosas, el debate apenas comienza, y no podemos seguir con la actitud sumisa del esclavo que obedece ciegamente a su jefe blanco por temor a un garrotazo, desestimando el impacto económico de un cultivo que hace parte del PIB, del sustento del campesino pobre en varias regiones del país, del incremento de algunos sectores productivos  y de las grandes ganancias del sector financiero.


La política criminal de las drogas en el país debe cambiar, frente a la realidad mundial y el fracaso de los mecanismos represivos impuesto por el primer consumidor del mundo.




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