El virus de Pandora

Darío Ortiz

A pocos meses de haber hecho su aparición en el mundo, el virus del Covid-19 parece evocar el mito griego de la caja de Pandora y todas las desgracias que salieron de allí.
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Como relata el poeta griego Hesíodo en su libro “Los trabajos y los días”, antes de Pandora los hombres vivían libres de males, de la dura fatiga y de enfermedades dolorosas que les causaran la muerte, hasta que ella destapó un ánfora liberando todas las desgracias humanas.

Ahora parece que la caja de Pandora, no era la bella ánfora de un Dios, sino un virus animal del cual han comenzado a salir los males de la humanidad entera. Este virus ha destapado que los problemas del sistema de salud no son un lastre exclusivo del tercer mundo; que por ejemplo Francia tiene hoy, cuando más lo necesita, cien mil camas menos en los hospitales que hace veinte años; que fue un error de Trump cerrar la agencia responsable de las pandemias hace dos años; o que haber arruinado los seguros sociales en muchos países, para enriquecer a puñados de empresarios, va a tener sobrecostos de miles de millones de dólares. Podríamos enumerar problemas de los sistemas de salud en cada rincón del mundo porque el virus de Pandora mostró los pecados capitales del neoliberalismo que antepuso la ganancia a la salud y a la prudencia.

Abrir el virus de Pandora ha destapado también la torpeza de decenas de presidentes, más pendientes de la popularidad que de la razón o la ciencia y con ello ha revelado la ignorancia de los pueblos que los eligieron. Y en tan sólo unas semanas de cierres de fronteras y cuarentenas, ha mostrado la enorme fragilidad de la globalización y la precariedad de la economía mundial y sus capitales volátiles que apenas comenzando la pandemia ya amenazan con traer la crisis más honda que tenga memoria la historia moderna.

Pero aquí en nuestro patio, aún con pocos contagiados y muertos, el virus de Pandora ya ha destapado sin piedad la triste realidad de cómo vivimos y cómo hemos sido gobernados. Lo primero que mostró es que un millón de hogares tenían cortado el servicio básico del agua, al que tiene acceso solamente el 80% de la población. Que en ciudades como Ibagué se coleccionan clínicas cerradas, mientras las necesarias camas de UCI suman apenas un par de decenas; y que en toda Colombia se quiebran hospitales porque las EPS les adeudan billones de pesos; por eso no se les paga ni a los médicos. Los millonarios dueños de las EPS prefieren pagar campañas políticas ya que nos les interesa la salud sino aumentar sus ganancias.

Con algunos mercados desabastecidos en los primeros días de cuarentena, el Virus de Pandora amenaza con destapar las marrullas de las negociaciones de los TLC; donde para enriquecer a unos pocos comerciantes arruinamos buena parte de la industria y sobretodo al agro, que hoy no produce gran parte de los alimentos que consumimos pudiendo hacerlo. Preferir importar los excedentes de otros países que pagárselos al productor local, hoy arruinado, pronto sentiremos que fue un error, aunque debería ser un crimen. Así cada día el Virus de Pandora va a destapar muchos más problemas: va a revelar nuestra falta de ahorro, la pobreza de nuestros hogares, el hacinamiento de nuestro pueblo, el deterioro de la industria, la precariedad laboral, la falta de ciencia e investigación y la corrupción de nuestros gobernantes que ya comienzan a abusar de los contratos sin control del estado de excepción. Pero sobre todo, abrir el Virus de Pandora revive el peor de los males que conozca la especie humana, la enfermedad del miedo al hambre y a la muerte, fuente y motor de crímenes, suicidios, revoluciones, transformaciones y barbarie.

Liberado el virus y sus muchos males, solo nos resta recordar del relato de Hesíodo, que dentro de la caja de Pandora únicamente quedó la esperanza.

DARÍO ORTIZ

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