La estocada

Darío Ortiz

Usando una de sus facultades legales el presidente de los Estados Unidos Joe Biden acaba de dar una estocada certera a la guerra contra las drogas al perdonar a todos los condenados a nivel federal por posesión de marihuana, y cuestionando que esta se considere del mismo nivel de peligrosidad que la heroína y mayor que el fentanillo, medicamento esencial de la Organización Mundial de la Salud, que es un opioide 50 veces más poderoso que la heroína, y que dejó 100 mil muertos por sobredosis el año pasado en los Estados Unidos.
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La antigua yerba maldita por la que tanto se mataron familias enteras del caribe colombiano y por la que han condenado a miles de personas, hoy es legal en 19 estados de la unión americana y en cerca de 40 países. Un proceso de legalización que no ha dejado de crecer desde que los californianos lograran aclimatar la yerba liquidando la bonanza marimbera que permitió a Colombia sobreaguar la crisis económica de los años setenta, cuando gracias a ella entraron más dólares que por las exportaciones de café. Dólares legalizados en buena parte por la ventanilla siniestra del Banco de la República creada por el gobierno del presidente López Michelsen, de quien se dice que fue elegido por las mafias de ese entonces.

La guerra contra las drogas la inició el presidente Nixon en 1971, pero una década antes los Cuerpos de Paz enviados a Colombia por el presidente John F. Kennedy, incentivaron y promovieron su cultivo en la Sierra Nevada de Santa Marta, formando alianzas que permitieron la creación del tráfico de drogas hacia Norteamérica, mientras se desarrollaban especies locales famosas por su calidad en el mundo entero. Para 1975 el 80 % de los campesinos de la Sierra Nevada habían cambiado sus cultivos por el de la cannabis que les daba más rentabilidad, pese a que solo ganaban el 1 % del dinero de la marimba, pues los comerciantes locales recibían el 19 % y el resto de las ganancias eran para los norteamericanos. 

Durante el gobierno del presidente Turbay, y con apoyo de la DEA, se comenzó la guerra contra las drogas en Colombia. Guerra que ha costado ingentes cantidades de dinero y de vidas humanas y que no ha logrado reducir en lo más mínimo la producción de estupefacientes que pronto migraron hacia la Cocaína. Y como la humanidad ha consumido cuanta porquería ha encontrado para sentirse momentáneamente mejor y lo seguirá haciendo, dicha guerra ha dado un precio muy alto a sustancias baratas. Las drogas, todos lo saben, no son sino un problema de contrabando que saca ríos de dinero de los países que más la consumen hacia los que la producen sin pagar impuestos, dinero que desangra unas economías mientras estimula verdaderos estados paralelos en Colombia y otros países de la región donde financia desde gobernantes hasta grandes guerras particulares.

Por eso la medida del presidente Biden, cuyo país es el mayor consumidor, el que creó el negocio, fomentó el tráfico, y comenzó la guerra con la que ha pretendido arrodillar a media América en la defensa de sus dólares, va en el camino correcto, al cambiar el enfoque del problema, dando una certera estocada a la prohibición y a tantos que han tenido que combatirlas públicamente, mientras las consumen en privado.

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DARÍO ORTIZ

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