La hora del primer balance

Darío Ortiz

En una semana se cumplen los primeros 100 días del gobierno Petro, un tiempo muy escaso para hablar de resultados o efectividad de las políticas propuestas por cualquier gobierno, frente a los 1460 días que dura nuestro periodo presidencial, pero cuyo análisis es un ejercicio habitual que sirve entre otras cosas para darnos una idea de lo que podemos esperar. La distancia del impulso y las promesas del comienzo con los resultados finales ha sido históricamente enorme.
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En los primeros 100 días de Uribe, se hablaba de un gobierno austero, de disminución del aparato del estado, de una imagen en alza, de un mandatario con capacidad de mando, de una gran reforma política y una modesta reforma tributaria. Sus críticos decían que no había nada que celebrar en materia de seguridad. Nadie se imaginaba entonces el pacto de ralito, el desarme de gran parte del aparato paramilitar, los falsos positivos, la disminución de las Farc y la enorme favorabilidad con la que terminó un mandato en el que austeridad no hubo, ni impuestos bajos, ni gran reforma política, que solo sirvió para su reelección. 

Cuando le tocó ese primer examen a Santos (que parecía uribista pura sangre), destacaban la apertura de relaciones con Ecuador y Venezuela, la ofensiva contra las FARC, los proyectos de ley de restitución de tierras y de víctimas, y la intención de atacar de frente el problema de la pobreza y la desigualdad. Su favorabilidad llegaba al 89% según encuesta del CNC, la más alta para ese examen inicial en décadas. Ni el acuerdo con las FARC, ni la JEP, ni su premio nobel, ni el rompimiento con Uribe que dividió a la opinión pública desde entonces, ni sus escasos logros en materia de pobreza y desigualdad ni su pésima favorabilidad al final de su segundo mandato estaban en la cuenta de nadie. 

Los primeros 100 de Duque hablaron de austeridad, aumento histórico en el presupuesto de educación, lanzamiento de la economía naranja, aumento de planes sociales, reforma a la justicia y una ambiciosa tributaria, mientras que su favorabilidad se desplomó al 33% criticado hasta por su propio partido. Tras los rápidos fracasos de sus iniciativas, meses después se hablaba de un año de aprendizaje. Ni Uribe quien lo llevó de la mano a ese puesto pudo prever que terminara siendo considerado uno de los peores gobernantes de la historia colombiana. Para muchos su mayor “logro” es haber fortalecido la oposición, algo que finalmente permitió la victoria del Pacto Histórico. 

Ahora el turno del primer balance es para el nuevo gobierno, que tiene acciones para mostrar después de muchas promesas y de una campaña en su contra llena de fake news sobre su reforma tributaria, la paz total, la transición a energías limpias y la expropiación de tierras. Pero pese a que quienes lo apoyan alistan largas listas de logros en estos pocos meses; con la caída del peso, la inflación disparada, una reforma a la salud que nos tiene en vilo, varias salidas en falso, los grandes problemas de siempre esperando solución y una crisis mundial a la vuelta de la esquina, sus detractores también tienen argumentos listos para dar su evaluación. 


 

DARÍO ORTIZ

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