Autoridad y gobernabilidad: algo que faltaba en nuestra ciudad

Camilo E Delgado Herrera

Autoridad y gobernabilidad, dos de las principales características que todo mandatario debería tener y que en nuestra ciudad, desde hace bastante tiempo, brillaban por su ausencia. No pretendo en estas cortas líneas defender la gestión de la Administración municipal actual, nunca ha sido nuestro estilo hacerlo, pero sí debo decir que me ha llamado poderosamente la atención la capacidad de trabajo, carácter y liderazgo que en estos escasos 27 días ha caracterizado al nuevo alcalde de los ibaguereños, Guillermo Alfonso Jaramillo, quien como mandatario ha demostrado que nuestra ciudad, desde hace muchos años, reclamaba un gobernante que generara admiración y respeto.

Por supuesto, evaluar su gestión en tan poco tiempo sería algo casi que imposible. Sin embargo, ver un Alcalde trabajando 24 horas al día, siete días a la semana, se convierte en un paradigma para una ciudad que tristemente se había malacostumbrado a que sus mandatarios gobernaran desde clubes sociales, hoteles y lujosos restaurantes, pero que hoy lo observan en las calles, en los barrios, en las veredas, recorriendo la ciudad, acompañando operativos y lo más importante, gestionando permanentemente ante los ministerios. Tarea nada fácil, si tenemos en cuenta la imagen negativa que nuestra ciudad tiene ante el Gobierno nacional, en razón a la ineficiencia de la gestión pública en temas como el acueducto complementario, el Sistema Estratégico de Transporte Público (SETP), el Panóptico y los Juegos Deportivos Nacionales, por mencionar algunos de los casos más representativos.

Como todo gobierno, ha tomado decisiones acertadas y algunas no tanto, pero, siendo realistas, partamos del principio de que en materia de administración publica es prácticamente imposible tener contento a todo el mundo. Más allá de las críticas y los cuestionamientos que se han tejido por temas administrativos relacionados con nombramientos de funcionarios, es indudable que para muchos ibaguereños, entre los cuales me incluyo, se respira un aire de gobernabilidad y compromiso, y que mas allá de las contradicciones propias del escenario político, hoy un sentimiento de esperanza invade nuestra ciudad.

Los retos que se avecinan son inmensos, razón por la cual los ibaguereños esperamos que el impulso con que inició este gobierno se conserve y se potencialice. Urge la toma de importantes e inmediatas decisiones para nuestra ciudad. La declaratoria de calamidad pública como consecuencia de las afectaciones producidas por el fenómeno de ‘El Niño’ no da más espera. Hay que crear consciencia, urge mayor cultura de ahorro y preservación de nuestro recurso hídrico si queremos evitar mayores afectaciones futuras.

El desarrollo urbanístico de nuestra ciudad no puede seguir siendo inversamente proporcional al crecimiento de la infraestructura vial y de servicios públicos. El colapso en materia de movilidad y transporte es inminente si no se logra la consecución de fuentes de financiación que permitan apalancar el desarrollo territorial de nuestro municipio. Esta administración no puede seguir siendo complacientes con el no cobro de la participación en plusvalías y el debate sobre la contribución por valorización debe reabrirse de cara a la ciudadanía. Para ningún gobierno es sencillo tomar decisiones de este tipo, pero si queremos lograr el desarrollo que tanto envidiamos de ciudades como Bucaramanga, Pereira, Manizales o Montería, los ibaguereños debemos ser conscientes de que con los recursos y rentas propias actuales es imposible y que estos instrumentos de financiación se convierten en una herramienta importante para lograrlo.

Mientras todo esto sucede, es un imperativo proyectar la ciudad en el ámbito nacional e internacional, volver a creer en lo público, respetar las instituciones y, entre todos, ser veedores del patrimonio público.

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