All you can eat

“Todo lo que pueda comer”, traduce esa atractiva frase que se puso de moda en los bufetes que hacen las delicias de los viajeros en clase turista que visitamos el país gigante del norte.

En estos restaurantes se paga una tarifa única y se puede consumir todo lo que literalmente se pueda comer; algunas veces es tan delicioso el menú que uno desearía tener varios estómagos.

Esta forma de consumir contraria al tradicional menú, en el que se paga por lo que se consume, está invadiendo también a los servicios digitales.

Por un lado está Netflix, en el que al cancelar una tarifa plana que va desde 14 mil pesos al mes, se puede escoger y disfrutar de un buen repertorio de películas y de algunas series exclusivas cuantas veces quiera, en el dispositivo que mejor le parezca.

Luego vienen los servicios de música, como Deezer, que igualmente ofrece un gigantesco portafolio de más de 30 millones de canciones de todos los géneros, que se pueden escuchar, libres de publicidad, por unos 16 mil pesos al mes.

Pero también están las revistas: pasalapagina.com ofrece un excelente surtido de las revistas más leídas del país, como Semana, Soho, Dinero, Hola y TV y Novelas; acá, 30 mil al mes le dan derecho a leer todas estas revistas en cualquier plataforma digital, sin límites, recién salidas de las imprentas digitales.

Entonces y lentamente, estos servicios de música, películas y revistas empiezan a volverse parte de la canasta familiar, al lado del pago de los servicios de Internet, electricidad, gas y agua.

Y vienen más servicios así: ya Google arrancó en Colombia Google Play Music, que por 13 mil al mes le permite escuchar sin límites millones de canciones, y Amazon está preparando su servicio de libros electrónicos sin límite, para los dueños de los Kindle, el lector digital de esta compañía.

Estos servicios digitales, así como los bufetes americanos, se prestan perfectamente para este modelo de negocio, que son realmente atractivos para los usuarios y en donde el límite está fijado en la capacidad mensual de su billetera.

Credito
RENÉ DI MARCO

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