Un mes con piel de tango

Llega junio por entre las tiendas del almanaque y se nos alborota la vena tanguera. O gardeliana. Junio, tango, Gardel: una vieja y siempre nueva trinidad.

Algunos hicimos el kinder en tangos cuando vivimos en Manrique, cerca de la musical 45. El cursillo de malevos lo hicimos escuchando tangos en Armenonville, Rodríguez Peña, La Gayola, en el viejo Guayaquil. Y en Junín.

El ritual exigía poner cara de exinquilinos de La Ladera, mirar maluco al vecino, echarle cinco al piano, ver y no tocar a las meseras, escupir cada dos segundos, y tomar aguardiente.


Era nuestra forma de marcar territorio. (Este varón se ubicaba cerca de la salida para poner pies en polvorosa al primer entrevero. El cementerio no sólo está lleno de imprescindibles… sino de valientes que no corrieron a tiempo. Esos son los héroes).


Tan pronto llegaba al bar, un amigo-mecenas le pasaba el trueno al cantinero con una malacara clonada de algún compadrito de Borges. Apenas sospechábamos de la existencia del “último delicado” de Buenos Aires.


Buscábamos poesía, filosofía, humor, amor, desamor, vida, en suma, en los tangos. Nos sentíamos biografiados en ellos.


Tango sin licor, no rimaba. Muchos junios después, el ceremonial ha cambiado. Con los pies en agua caliente con sal, bebiendo agua aromática, con el ocaso respirándonos en la nuca, escuchamos milongas mientras nos tragamos un puré de pepas para dormir. Y mantener enhiesto el ánimo.


Los más chicaneros contamos que le dejamos a Gardel un cigarrillo encendido en su mausoleo del cementerio de Chacarita, en Buenos Aires.


O contamos que leímos el libro “Gardel vive en Guarne” del finado Ricardo Peña-Villa. Al hombre se le va la mano en ficción, y nos cuenta que Carlitos sobrevivió al accidente aéreo en Medellín, y vive en alguna finca del oriente, disfrazado de sí mismo.


Por cierto, dos de los que más saben de tangos en este acabadero de ropa llamado mundo, el argentino Ricardo Ostuni y el paisa Luciano Londoño, escribieron unas líneas para el libro. Cada uno tiene su propio nicho, no se pisan las mangueras trangófilas. Hay una pequeña diferencia: Ostuni habla inspirado por el Espíritu Santo.


Para estar a tono con el abuelo, su nieta se llama Malena. Una vez escuchó por radio el tango de Manzi que lleva su nombre. Entonces preguntó: “¿Abuelito, por qué me mencionan en la radio?”.


La biblia, Ostuni, www.baireshistoria.blogspot.com, se amaño tanto en Medellín que repite visita. Hoy jueves en la Biblioteca Piloto, 6:30 p.m., y el sábado, 4:30, en la Biblioteca Suárez, en Bello, aportará nuevas certezas de que Gardel era uruguayo. Hablará hasta de pasaportes chamuscados.


Según Ostuni, hay varias pruebas:

- 1) Sus propias declaraciones a distintos diarios donde no sólo se declara uruguayo, sino que menciona actividades que habría realizado siendo chico, antes de 1890.
- 2) Su propia declaración ante las autoridades argentinas para obtener la ciudadanía de este país.
- 3) El último pasaporte que se encontró chamuscado entre el fuego de Medellín donde se ha comprobado que su fecha de nacimiento dice 1882.
- 4) Declaraciones de varios amigos que aseguran haber festejado en 1933 el cumpleaños número 49 cuando la historia francesa lo da por muerto a los 44 y medio.

El día que visité Montevideo, nadie nos habló del paisano ilustre. Tampoco vi ninguna estatua de Gardel, en el país del mundo que tiene más estatuas por centímetro cuadrado. Silenciosa forma de cobrar esa ilustre paternidad.

Credito
ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO

Comentarios