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Don Severo

! Alcalde, la tengo, ya la tengo: luz, cámara, ¡acción! No dé más vueltas al asunto, ya encontré “la piedra filosofal”: la verdadera vocación de Ibagué es la servir de “locación” para la emergente industria cinematográfica del país o la “locomotora del celuloide”, como de seguro la llamará el presidente Santos en sus próximas alocuciones al país, o sea arrendarla para que aquí se rueden las obras maestras del llamado “séptimo arte” en el futuro. O si no piense ¿en qué otro sitio del país podría encontrarse un ambiente más adecuado para recrear ambientes de guerra, bien se trate de las derruidas aldeas europeas durante las dos conflagraciones mundiales, o las de corea, Vietnam, Irán, Líbano, Siria, Irán, Irak, etc., etc..

Mire no más al “palacio” de la Gobernación: para simular la toma y destrucción de una importante sede gubernamental, sólo le sobra la sábana de utilería que cubre su derruida fachada; así que no es sino desclavar las cuatro puntillas de las cuales pende ésta y gritar: ‘Luz, cámara, ¡acción!’, y listo el pollo.

O el Panóptico o el colegio “Ciudad de Ibagué - Concejo municipal”, la obra maestra de Alvaro Babá. Imagínelos como campos de concentración, sólo les faltan unos cuantos coterráneos con traje a rayas y al monito “Rubencho” y al chiquito Pier García vestidos con uniforme nazi y unas ametralladoras de la época, terciadas, de las que nos podría suministrar ‘Olivo Saldaña’ y hasta con un avión de ñapa, o tomadas en préstamo de las hechizas de madera del frente ‘Cacica la Gaitana’, que son tan reales, pero tan reales, que lograron engañar hasta al vivo de José Obdulio.

Ya que para lisiados en combate, bastan y sobran los mendigos de la peatonal Tercera y las semaforizadas esquinas que exhiben úlceras, miembros mutilados y toda suerte de heridas, tan, tan auténticos, que nadie podría dudar de que son laceraciones de guerra.

Ni qué decir de las colas de despojados y menesterosos que deja todo feroz ataque del enemigo, no sería sino llevar las cámaras a la entrada del teatro Tolima un día de función, o a las oficinas de tránsito, la Registraduría del Estado Civil, la Alcaldía o el Fondo Nacional de Ahorro en un día cualquiera. Con las caras de abatimiento que ponen nuestros paisanos en esos momentos, hasta un Óscar podrían ganar.

O p’a representar los hospitales en tiempos de guerra, ahí tenemos los pasillos y las abarrotadas urgencias del “Federico”, que ni pintados están: sangre, yesos, muletas, sillas de ruedas, camillas, gritos, lágrimas y todo un amplio muestrario de utensilios propios de los momentos inmediatamente siguientes a cualquier encarnizado combate.

P’a concluir y no hacerme tan extenso, sugeriría además que usted, como alcalde, pusiera en las vallas y afiches con los que se publicitaría la ciudad un “collage” (como decimos nosotros los viajados) de fotos varias de las calles vernáculas: mejor escenario para un bombardeo no se logra ni en Hollywood. Y ahora mismo estoy pensando que hasta p’a simular alunizajes y guerras de las galaxias servirían.

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