La delimitación de los páramos

Eduardo Durán

Resulta increíble que de los 36 páramos que existen en Colombia, tan solo uno, Santurbán, haya alcanzado recientemente su delimitación como tal, para asegurarle su área de reserva y su preservación, de tal manera que se impida las actividades que lo perturben y destruyan.

Ahí es en donde se comprueba que un tema tan fundamental, como es la preservación de las fábricas de agua, haya estado al garete, tal vez debido a las enormes presiones de la minería ilegal, y muchas veces también de la legal, que tratan de defender intereses particulares de enorme alcance a costa de la vida misma de las personas.

Con el fenómeno climático que estamos padeciendo dramáticamente, observamos que esas consecuencias se han expresado en toda su intensidad y que muchos de nuestros ríos están a punto de desaparecer, por no existir un ecosistema debidamente protegido para que pueda cumplir con su función productiva y estabilizadora.

Insistimos en que tantas corporaciones autónomas que funcionan en el país no han cumplido su papel, pues la inmensa mayoría de ellas han estado entregadas a intereses políticos y los recursos que manejan han estado expuestos a la codicia de quienes persiguen el enriquecimiento fácil, cuando no objetivos netamente electorales.

Muchas veces se nos ha prometido por el Ministerio de Ambiente una reforma sustancial en ese sentido, para que esas corporaciones lleguen a ser organismos eminentemente técnicos, pero nada se ha hecho y el temor a una reacción política ha sepultado cualquier intento, pues los reformadores pusilánimes no han estado en condiciones de poder sobreponerse a las amenazas que un proyecto de esta envergadura requiere.

Estamos ante una carencia de agua sin precedentes, y a punto de comenzar a aplicar racionamientos de energía, situaciones desesperantes para toda la población, que contempla asombrada cómo el paso del tiempo ha permitido que un estado de cosas fatales como las que estamos viendo, se hayan impuesto de manera vergonzosa.

La sequía avanza, los problemas se multiplican y la angustia crece. Sin embargo, ese plan de transformación que estamos esperando desde hace tanto tiempo no se asoma y solo observamos la incapacidad para poder diseñarlo e implementarlo.

Si no es ahora, ante las angustias de este verano pavoroso, no será nunca.

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