Cuento de nunca acabar

Eduardo Durán

El robo de celulares en el país tiene a las autoridades en jaque y a la comunidad en estado de zozobra permanente.

La Comisión de Regulación de las Comunicaciones acaba de anunciar que actualmente en el país se están presentando 3.142 robos de celulares en un solo día.

Eso quiere decir que las medidas que se han tomado para frenar el flagelo, no han logrado atacarlo como se esperaba y solo podemos decir que quienes han estado encargados de diseñarlas se han quedado cortos y no han sido capaces de actuar con audacia y profesionalismo frente al encargo que se les ha hecho.

Debe entenderse que el robo de celulares no solo preocupa por lo que significa la pérdida de esos equipos para los dueños de los mismos, sino la exposición a otros hechos todavía más graves, como son las lesiones personales que se pueden desprender de un intento de robo, o aún la muerte, tal como ha ocurrido ya en muchos casos lamentables que se han presentado.

Estos registros definitivamente nos muestran una clara incapacidad para abordar la persecución de ese delito con éxito.

Llevamos ya varios años en medio de denuncias y contemplando el crecimiento de las víctimas, lo que lleva a pensar en que la proliferación del delito va aparejada de la impunidad, pues el ladrón y agresor sabe de antemano que muy pocas posibilidades existen de que la justicia actúe en su contra.

Colombia no puede seguir lamentando los hechos que a diario suceden, sino que es necesario demostrar que la autoridad es posible hacerla sentir, para que el delincuente sepa la suerte a que se ve abocado en caso de cometer un delito como este.

Es necesario reforzar el esquema de cámaras de seguridad, no solo en las calles, sino en las afluencias del transporte público, aún dentro de los vehículos; y es necesario también que al delincuente se le someta a una pena en verdad ejemplarizante, para que las consecuencias no se hagan esperar.

A su vez es importante incrementar las posibilidades tecnológicas, de tal manera que sea posible establecer el paradero de los equipos robados, que sería también el del protagonista del delito.

Ser usuario de un celular, no se puede convertir en una amenaza, tal como lo es hoy. Sería bueno auscultar qué están haciendo otras ciudades en el mundo, en donde la gente puede andar tranquila por la calle hablando por teléfono.

Comentarios