La educación retrocede

Eduardo Durán

El año pasado el país se sorprendió, al conocer que la estadística de registro de matrículas en las universidades del país había experimentado un descenso, frente a lo cual se expresaron muchas excusas, pero nada serio frente a hallar una real explicación al fenómeno y finalmente todo terminó como si se tratara de un escenario transitorio.

Ahora se nos anuncia la medición del último año y se dice que hubo 38.000 matriculados menos, lo que quiere decir que el fenómeno persiste sin que un estudio serio indique las razones.

Un país en donde la educación superior desciende, evidencia de inmediato no solo una frustración, sino la incapacidad del sistema para garantizar que los jóvenes tengan cada vez más oportunidades para fortalecer el conocimiento y para apalancar el desarrollo humano y el de la nación.

Ratificada una vez más la cifra descendente, lo primero que hay que hacer es un estudio serio que evidencie las causas, para poder diseñar instrumentos que permitan atacarlas, y no optar por las excusas o por las especulaciones, que lo único que consiguen es que el problema continúe y que muy seguramente se agrave.

Todos los países del mundo buscan afanosamente metas ambiciosas en materia educativa; saben perfectamente que en la educación está la base del desarrollo y la calidad de sus ciudadanos. Ésta es la razón por la cual no solo sus presupuestos en el sector son cada vez mas robustos, sino que las políticas públicas apuntan al diseño de acciones que permitan una permanente expansión del proyecto educativo.

Que en Colombia se estén presentando retrocesos y que las cifras nos indiquen que menos estudiantes están accediendo a las aulas, es definitivamente un alarmante indicador que merece una respuesta seria y un plan de acción que involucre compromisos muy definidos.

Y, más allá de las explicaciones que se puedan hallar a una caída en el acceso a la educación superior, lo que se requiere es una política seria y efectiva que demuestre que el acceso al conocimiento es una garantía para cualquier persona y que los programas del Estado así lo aseguran.

Eso de cambiar abruptamente programas exitosos, por otros apenas diseñados sobre la marcha, tal como ocurrió con Ser Pilo Paga, no reflejan otra cosa que una débil y siniestra política pública, cuyos impactos negativos no se hacen esperar. La estadística lo está comprobando.

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