Venezuela: la maraña eterna

Eduardo Durán

Demasiadas cosas se han intentado para tratar de solucionar la calamitosa y grave situación de Venezuela; un país, quien lo creyera, que se extingue en medio de la riqueza, en donde la pobreza ya abraza al 95% de la población, en donde los sistemas de producción se han eliminado y en donde escasea hasta lo más elemental, mientras millones de personas buscan un lugar para poder refugiarse.
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Al interior, un gobierno déspota que pareciera haber salido de las cavernas y que desconoce todo lo que la humanidad ha avanzado en los últimos doscientos años en materia de gobierno, derechos humanos, participación ciudadana y garantía de libertades individuales y colectivas.

Esos gobernantes de marras no tienen ni idea de lo que avanzó el mundo a partir de la independencia de los Estados Unidos (1776) cuando se fijaron los principios de derechos humanos definidos (en vida, libertad y obtención de la felicidad). O con el contenido de lo que produjo la Revolución Francesa (1789) (igualdad ante la ley, libertad, protección de la propiedad y soberanía nacional) siguen dentro de un concepto errático que no produce sino hambre, desolación y derrota.

La comunidad internacional creyó que podía solucionar fácil la situación y la verdad es que ha fallado en todo: Ni los Estados Unidos con la amenaza de la fuerza, ni la OEA con los llamados al restablecimiento de la democracia, ni la Comunidad Europea con las medidas de censura adoptadas, y menos los países vecinos que nunca han exhibido una fórmula sensata que permita por lo menos el análisis desprevenido del problema.

Mientras tanto, el escenario todos los días se agrava y parece restregarse en el fondo. Los venezolanos se hallan privados del derecho a la libertad, a la opinión y a la acción. No existe el derecho a tener derechos y la comunidad no tiene ninguna posibilidad de operar de manera organizada para que pueda reclamar sus elementales opciones. Estamos frente a la condición humana arrebatada totalmente por el tirano.

Viene ahora un nuevo escenario con motivo de la llegada de Joe Biden al poder, y con un marco conceptual totalmente diferente a la anterior partitura política; se abre una expectativa, en donde ojalá Colombia exhiba una posición sensata, ojalá convocando a experimentados internacionalistas para poder estar en capacidad de pisar un camino con un piso estable y con un sendero de esperanza.

Los venezolanos merecen una opción urgente, pues no podemos perder de vista de que su reconstrucción tardará años, y cada día que pase, ésta tendrá que hacerse sobre más víctimas, sobre más destrucción y sobre un mayor desastre. Esta maraña no puede seguir, es una injusticia para los venezolanos, una vergüenza para Latinoamérica y una mancha horrenda y lamentable para la humanidad.

 

EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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