El supermercadismo, sinónimo de modernidad

Rafael España González

Los indicadores coyunturales del comercio son aceptables, aunque no deja de llamar la atención el vacilante comportamiento de las ventas de bienes de consumo masivo como los productos de tocador, cosmética, víveres y abarrotes en general. Las tiendas de barrio, que el Dane no incluye en su muestra mensual de comercio detallista, siguen dando de qué hablar y sus ventas crecen por encima de las realizadas por el comercio moderno. Que el comercio tradicional mantenga su cuota de mercado en medio de la hipercompetencia es un fenómeno que debería interesar a la academia colombiana.

Una tarea que vienen desarrollando en forma admirable las firmas de comercio en Colombia es la generación de empleo y la expansión del mercado interno. En numerosas categorías de productos los almacenes han democratizado el lujo y especialmente los de gran formato han impulsado el desarrollo de centenares de microempresas y pymes que se han convertido en sus proveedores, ofreciendo productos de buena calidad con tecnología lugareña y a precios asequibles.

A manera de ejemplo, mencionemos el protagónico papel del comercio en el consumo de pescado. Hasta hace poco, las ventas se concentraban en Semana Santa, su distribución se hacía en condiciones antihigiénicas y precarias y nos enterábamos de lo deliciosa que es una corvina o un salmón por medios de comunicación extranjeros. Hoy, esta categoría ocupa amplios espacios en nuestros supermercados. La producción de palmitos y de champiñones hoy es una realidad, gracias en buena parte a las cadenas. De la mano del comercio especializado, la charcutería y los quesos maduros han recibido el ‘estartazo’ que necesitaban para comenzar a crecer, generando de paso riqueza, valores agregados y empleo en regiones deprimidas.

Siguiendo a Porter, uno de los factores más importantes que estimulan la competitividad de un país es la existencia de una demanda sofisticada. El esfuerzo conjunto de proveedores y distribuidores por sorprender al consumidor con nuevos productos, nuevas presentaciones y nuevas colecciones se ha convertido en un gran estímulo a la innovación empresarial. Hoy, pequeños industriales localizados en poblaciones como Apartadó, Mosquera, Fusagasugá, Zipaquirá, Sincelejo, Rionegro y Popayán tienen la oportunidad de ofrecer sus productos a los consumidores finales en forma masiva a través del comercio moderno.

Es significativo que todos los años lleguen a las principales capitales emblemáticas marcas americanas y europeas, que se codean con lo más granado de la confección internacional. Y de Chile siguen llegando formatos sugerentes que sin duda están dinamizando el mercado de la ropa y de la moda, que tanto empleo y bienestar generan en un buen número de ciudades colombianas.

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