El Plan de Ordenamiento Territorial de la ciudad (II)

Jaime Fajardo Suárez

La urbanística como ciencia maneja las tres dimensiones del espacio, y la dimensión del tiempo. Esta cuarta dimensión, el tiempo, es la razón de ser de la ciencia urbana. La urbanística enfrenta la sociedad, no sólo en su asentamiento, sino, en su movimiento, el cual se constituye en el componente cinemático del urbanismo, que a su vez plantea la dimensión temporal o la esencia social-técnico-urbanística.

Actúa no solamente en un instante determinado (análisis estático) sino en su pasado (histórico) o en su futuro (prospectivo), y plantea un diagnóstico territorial donde se involucra una aproximación a la comprensión de los momentos de vida de la ciudad, referente al manejo de su territorio y de todas las repercusiones hacia el habitante.

Mediante la valoración de todos los factores determinantes, la identificación y caracterización de los distintos conflictos, la determinación de las potencialidades, en fin, del verdadero conocimiento de la ciudad objeto del estudio; se puede empezar a vislumbrar la prospectiva de la ciudad, la ciudad que soñamos y añoramos.

Desde el punto de vista técnico-urbanístico, tal como lo anotábamos anteriormente, es mediante un concepto estructural basado en sus sistemas, que planteamos premisas para el diseño del ordenamiento territorial.

El peso principal de la actividad urbanística carga sin duda alguna sobre el concepto de estructura. Pero son muy pocos los urbanistas que se han ocupado explícitamente del alcance de éste concepto y de su aplicabilidad al estudio de los asentamientos urbanos.

Existe, desde luego, un consenso sobre el hecho de que el concepto de estructura suscita y determina la parte dinámica de la ciudad. Estructura es un complejo de relaciones, en ella la dependencia de las partes (elementos) se caracteriza por sus relaciones con el todo (con la totalidad). De por sí esto significa muy poco. La actividad estructuralista descansa sobre algo más que el simple operar con tales asociaciones.

El término estructuralista de descubrir el orden de las actividades de la ciudad, no equivale a introducir un orden preconcebido, sino que exige más bien una reproducción, una reconstrucción y una conformación de un determinado modelo urbano que plantee algunas realidades. Un mito, una idea urbana, una teoría de crecimiento de la ciudad; no sólo encierra un determinado contenido, sino que está regido por una cierta organización lógica. Esa organización, nos remite a casos urbanos comunes que explican algunos fenómenos, que de otro modo nunca podrían reducirse a un común denominador. Surgen entonces diferencias en los modelos metodológicos. Es en este contexto donde se deben poder utilizar los conceptos de sistema y estructura.

Las estructuras, no existen independientemente de su inmediato contexto definitorio; las definiciones sociológicas, histórico-culturales, antropológicas y económicas de la estructura no se pueden remitir inductivamente a una definición general; razón esta, más que valedera, para hacer la exigencia de la necesidad de consultar permanente y continuamente el desarrollo de un plan de ordenamiento territorial.

Simultáneamente aparece la relación con los conceptos de función y de sistema. Como lo decíamos anteriormente, una estructura es la traducción de un conjunto de relaciones entre elementos o procesos elementales. Es decir, siempre que unos elementos se reúnen en un todo, aparecen estructuras cuya composición acusa una cierta regularidad.

Ese todo es lo que nosotros llamamos un sistema, y al fenómeno de constitución de un sistema lo llamamos organización. Una estructura se caracteriza por sus relaciones; un sistema por la comunicación de los respectivos elementos. La relación comunicativa constituye la función de éstos dentro del sistema.

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