La encuesta que no pudieron arreglar

Ricardo Ferro

Que la imagen de un alcalde salga mejor en las encuestas de lo que realmente está, no es extraño. Más allá de que surjan especulaciones por compadrazgos con firmas encuestadoras o con exmagistrados, no sobra recordar la frase que Álvaro Gómez repetía una y otra vez: “Las encuestas son como las morcillas: muy sabrosas hasta que uno sabe cómo las hacen”.

Precisamente en estos días el portal La Silla Vacía tomó la decisión de no cubrir elecciones a partir de las encuestas de intención de voto, ya que después de analizar 21 muestras de las comicios locales y nacionales de 2011 y 2015, el resultado fue que solo una se descachó en menos del 5%. En palabras de Juanita León, directora del portal, cualquier análisis que se haga con base en estas encuestas “más que informar puede despistar”.

Y sí, puede que una encuesta termine despistando a más de un elector, pero no hará lo mismo con un empresario, quien seguramente se basará en factores mucho menos superfluos a la hora de hacer una inversión.

Por eso, es muy preocupante la estrepitosa caída que sufrió Ibagué en el Doing Business 2017, proyecto del Banco Mundial, que realiza una medición objetiva de las normas que regulan la actividad empresarial y su aplicación en ciudades de todo el mundo.

Ibagué aparece en el vergonzoso puesto 26 de las 32 ciudades capitales de Colombia como destino de inversión, después de haber ocupado el segundo lugar en 2010 y 2013.

Con estas cifras es indudable que tiene que haber un mea culpa por parte de la administración municipal. No se puede pretender que después de casi dos años, se siga gobernando a punta de retrovisor, dejando en un segundo plano los intereses de la ciudad.

Ocupar el último lugar a nivel nacional en el apéndice de ‘permisos de construcción’ tiene que generar un plan de choque urgente. La ‘tramitomanía’ genera informalidad, y por lo mismo Ibagué no puede convertirse en un “Soacha” donde predomine el desorden urbanístico.

Además, hay que reducir los tiempos de respuesta en las solicitudes y evitar la creatividad normativa con decretos que puedan atentar contra la confianza legítima y la buena fe.

Ese coctel de exceso de trámites, demoras en la interacción con el sector público y decisiones arbitrarias, condena a cualquier ciudad a no ser destino de inversión.

Y qué decir del ‘modelo’ en el ‘pago de impuestos’. Se pasó del primer puesto en 2013 a ocupar el décimo tercero en 2017. E igualmente se descendió del cuarto al doceavo lugar en lo que tiene que ver con la facilidad para ‘abrir empresas’ en la ciudad.

Con este panorama, tampoco estaría de más reducir el turismo oficial al lejano oriente e intermedios, retomar la agenda con sectores fundamentales para la economía local -como el de las confecciones y el calzado- y dejar de menospreciar la renovación que se viene dando en los gremios económicos de la ciudad.

En conclusión, hay que aplicar la norma del menos tres y más tres: menos demagogia y más acción, menos populismo y más gerencia, menos escándalos y más resultados.

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