Fuerzas oscuras, chatarrero(s) y otros demonios

Ricardo Ferro

Cuando escuché a Guillermo Alfonso Jaramillo hablar de fuerzas oscuras en su defensa de la cuestionada licitación que está llevando a cabo Girón en el Ibal, no pude evitar el deja vu. Cuatro años atrás Luis H. hacía lo propio con Arciniegas mientras todos en la ciudad prendíamos las alarmas porque la hecatombe en los Juegos Nacionales era evidente.

Jaramillo prefiere la estrategia de atacar el mensajero y no el mensaje, así como hiciera Luis H. en su momento.

Para evitar caer en la descalificación mutua, prefiero optar por plantear algunos interrogantes que ojalá y Jaramillo se los conteste a sí mismo con objetividad, no sea que las fuerzas oscuras se conviertan en Procuraduría, Contraloría y Fiscalía, que el ‘Chatarrero’ se reencarne y tenga una segunda versión en Ibagué, o que otros demonios se estén incubando a su lado.

1. ¿Si el gerente del Ibal fuera una persona diferente al que compró los famosos tubos que se encuentran abandonados en Boquerón se gastaría esa millonada de plata en esta obra?

2. ¿Es responsable destinar más de 27 mil millones de pesos para un proyecto que no tiene cierre financiero en este momento?

3. ¿Qué garantía vamos a tener los ibaguereños de que los tubos no van a seguir siendo inútiles, solo con la diferencia de que ahora lo son en la superficie y después lo serán bajo tierra?

4. Suponiendo que la obra es necesaria, ¿no sería más transparente hacer caso a las observaciones que se han hecho en lo que tiene que ver con algunos ítems que podrían limitar la participación de más oferentes?

5. ¿No sería conveniente revisar las obras viales que se están adelantando en este sector por parte de la concesionaria San Rafael, para evitar un detrimento patrimonial posterior?

6. Siendo el medio ambiente una de las banderas de esta administración, ¿No debería abordar el conocimiento del proyecto nuevamente Cortolima? ¡Ojo! En veinte años la situación ha cambiado mucho.

Karl Popper, en palabras más, palabras menos, decía que no había cosa más brava que la intolerancia de los tolerantes. Por eso causa extrañeza que el Alcalde se ponga como un tití cuando alertamos de que a los ibaguereños nos pueden volver a dar en la cabeza.

Alguna vez un gobierno afirmaba recurrentemente que era una urna de cristal. Al poco tiempo de esa urna no se volvió a hablar y se volvió oscuro y rencoroso. ¿Será que algo así nos está pasando hoy por hoy con Ibagué?

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