Ordóñez, el depredador

Cicerón Flórez Moya

Con talante de animal en acecho, de fiera beligerancia, Alejandro Ordóñez Maldonado ejerció sus funciones de procurador General de la Nación durante los dos períodos en ese cargo. Dogmático, con un fanatismo extremo, puso por encima de la Constitución y del derecho sus convicciones religiosas, sus prejuicios, su sectarismo partidista y sus odios. Su intolerancia lo llevó a perseguir con saña a muchos de los que escogió para meter en la hoguera de sus pasiones. Porque no todos los sancionados por él fueron medidos con la vara de la justicia.

Quien estaba obligado a obrar con ecuanimidad por ser titular del Ministerio Público, se dejó arrebatar de las ligerezas. Prefirió la distorsión a la verdad. Su compleja psiquis le generó fantasmagóricas visiones y elaboró una engañosa realidad para justificar sus decisiones.

Con ostensible proclividad a la megalomanía, Ordóñez se autoproclama depositario de la verdad absoluta, casi que infalible, tal vez por considerarse de estirpe sagrada.

Pero todos esos pergaminos, con los que se cree excepcional, no le impiden incurrir en conductas de ilegalidad. Su reelección se hizo con violación de la Constitución, como lo comprobó el Consejo de Estado, por lo que declaró nulo ese acto del Congreso.

Y las descargas, defensivas unas y acusatorias, otras, de Alejandro Ordóñez son casi siempre deleznables. Corresponden al arrebato de su astucia. Hay en eso también una fuerte dosis de demagogia y de cinismo, con intención de engaño.

Decir que le anulación de su reelección hace parte de los acuerdos del Gobierno y las Farc en La Habana, que poner fin al conflicto armado es introducir a Colombia en el llamado ‘castrochavismo’ o que la pregunta para el plebiscito del 2 de octubre es una trampa, responde al estado de alucinación que puede estar padeciendo Ordóñez.

Presionado por la ofuscación a que lo lleva el déficit que tiene su razonamiento, puso la soga de la inhabilidad a dirigentes contrarios a su credo. Un caso de esa arbitrariedad es el de Piedad Córdoba, cuya sanción dispuesta por Ordóñez también fue revocada por el Consejo de Estado. En su carrera de depredador del derecho deja otras víctimas.

En fin, el balance de este casi exprocurador es bastante negativo. Su gestión no correspondió a la esencia de su función institucional. Casi siempre estuvo a contravía, cuando su deber era ceñirse a la defensa de los derechos y las libertades que la Constitución consagra.

Descanse en la paz de su retiro, Alejandro Ordóñez, con lo cual gana la democracia y, por consiguiente, Colombia se libera de otro peso perturbador, que era un Procurador con énfasis de arbitrariedad de inocultable intensidad.

Puntada

Con lúcida dialéctica argumental los delegados del Gobierno en los diálogos de paz con las Farc en La Habana, explicaron el viernes en Cúcuta el alcance de los acuerdos. Queda claro que Colombia está en el punto de partida de una nueva etapa, que hará posible que haya patria para todos.

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