Unidos contra Colombia

Cicerón Flórez Moya

Los expresidentes Álvaro Uribe Vélez y Andrés Pastrana tienen un denominador común: haber fracasado en los períodos de gobierno de que fueron titulares. No solucionaron los graves problemas que pesaban sobre la nación, y en cambio aumentaron los indicadores negativos de pobreza, violencia, abuso de poder, corrupción, subestimación de los derechos humanos, exclusión clasista y desigualdad. El de Pastrana fue un cuatrienio mediocre e inocuo, con un fracaso estruendoso en el manejo de un acuerdo de paz con las Farc. Su errático tratamiento de los asuntos públicos salta a la vista en todo. Uribe copó los índices de casos escandalosos y un alto porcentaje de sus principales colaboradores cayó en actos que la justicia debió investigar y sancionar. No son pocos los vinculados a procesos penales.

Ahora aparecen unidos en su empeño de regresar al poder. Lo hacen con ánimo revanchista, contra los acuerdos de paz, para que siga la guerra y así ellos puedan seguir favoreciendo a sus compinches y abriéndoles espacios a los privilegios de los grupos que aumentan su riqueza a costa de la miseria de los más.

La unión no es para fortalecer la democracia en Colombia, ni para desmontar la corrupción de la que son cómplices. Les interesa poco generar equidad. Su empeño es contra Colombia. No cambian. Así lo han hecho siempre y ahora buscan repetir esa dosis desastrosa de más de lo mismo.

Convencidos de que su patrimonio político está en la derecha como repertorio ideológico que garantiza el continuismo con todo lo que representa de atraso, buscan hacerse al control del poder. Así esperan poner a salvo los intereses de sus patrocinadores extranjeros, quienes hacen parte de carteles económicos especializados en apoderarse de los recursos de los países a los que explotan hasta el agotamiento.

Uribe y Pastrana se mueven en un círculo viciado de engaños. Mientras invocan a Colombia con lenguaje meloso, sus actuaciones apuntan hacia la negación de derechos y hacen el juego a los violentos, que utilizan como fuerza despiadada contra cuanto busque aperturas de cambio en el país.

Como ni Uribe ni Pastrana pudieron ponerle fin al conflicto armado, se empeñan en descalificar lo logrado por el presidente Juan Manuel Santos. Todo les parece equivocado. Es la insistencia en un resentimiento perverso. Cuando debieran celebrar que el país va a quedar libre de la presión criminal de las armas, caen en la obsesión de la descalificación, con énfasis en el extremismo de generar versiones mentirosas, como recurso de intimidación colectiva.

Ellos creen que están haciendo un favor a Colombia y lo que propician es un mayor desajuste. Ante semejante maniobra hay que responder con sensatez, no sea que Uribe y Pastrana vuelvan a meter a los colombianos en un nuevo atolladero de muerte y desplazamiento, secuestro y extorsión, o desaparición forzada y pánico abismal.

Sería una desgracia perder lo que ya se ha construido para la paz.

El futuro de Colombia no puede ser el odio y la muerte, o la frustración y la desigualdad, la intolerancia y el autoritarismo. Aquí hay que infundir democracia y salir de las estrecheces de la pobreza y la corrupción, caldo de cultivo de la violencia, que tanto entusiasma a Pastrana y Uribe.

Puntada

Si el ELN quiere la paz, ¿para qué vuelve a las andadas del secuestro? Semejante contradicción no demuestra sino torpeza, aunque digan otra cosa los estrategas del grupo guerrillero.

Comentarios