Los ladridos belicistas

Cicerón Flórez Moya

“Los perros ladran, luego la caravana avanza” es un proverbio apropiado para responderle a toda la jauría empeñada en “volver trizas” el acuerdo de paz con las Farc. Envalentonada y obsesiva, curtida en odios y errática por el peso de las frustraciones, esa alianza opositora le apuesta al fracaso del empeño bilateral de ponerle punto final al conflicto armado que le ha dejado a Colombia un lacerante saldo de víctimas y de ruinas en un lapso abrumador de 53 años.

Le vale un pito la dejación de las armas y se inventa todos los fantasmas que provoquen intimidación para embaucar a los colombianos en una nueva aventura de confrontación. La intención es mantener la violencia como mecanismo de defensa de perversos intereses.

Es absurdo propagar la interpretación según la cual la entrega de armas de las Farc es una farsa. ¿Cómo no entender que ese acto expresa una voluntad inequívoca de paz y la apertura a una opción de cambio que deja atrás todo lo que ha sido ultraje a la vida y opresión a la persona humana? ¿Dónde tienen metido el patriotismo del cual se ufanan esos defensores de la muerte?

Son frágiles los argumentos de los dedicados a la prédica del odio. Su revanchismo le apuesta a más muertos, a más secuestros, a más desapariciones forzadas, a más desplazamiento, a más extorsión, a más despojo de tierras, a más abuso de poder, a más violación de derechos humanos, a más falsos positivos, a más fosas comunes, a más hornos crematorios, a más desgracias que dejan víctimas atrapadas en la miseria extrema.

Y mientras el pueblo sufre la guerra con todos sus arrebatos, los que la atizan se enriquecen con los negocios sucios y se complacen del dolor colectivo.

Esa causa tiene una cúpula desafiante. Está empeñada en volver al poder para garantizar sus privilegios y mantener a Colombia en el atraso. Son los ideólogos del desastre y los animadores de la corrupción para a través de esta obtener mayor riqueza sin importar que tenga la marca de lo ilícito.

La recurrente intrepidez de uribistas, mafiosos, paramilitares y latifundistas es la expresión del miedo a los posibles cambios. No quieren ceder en sus privilegios y aspiran a que el país siga amarrado a las incertidumbres y al luto. Como saben que de todas maneras el proceso de paz implica un cambio de rumbo, no les queda más que ladrar y lo hacen con saña.

Sería una hecatombe histórica no completar la consolidación de la paz, a partir del acuerdo con las Farc y las negociaciones con el Eln. Lo que ya está hecho y lo que está por hacerse es un patrimonio que no se debe exponer a las travesuras de unos retrógrados consumados. Y mientras ellos ladran hay que intensificar las acciones defensivas. O sea, seguir cabalgando.

Puntada

El caso de Luis Gustavo Moreno en sus funciones de vicefiscal anticorrupción es la confirmación de la podredumbre que alumbra. Es la corrupción de la sal. Ante lo cual debe seguir una gestión de rescate de la justicia, pero sin ambigüedades que siempre se atraviesan.

cflorez@laopinion.com.co

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