Insistencia en la corrupción

Cicerón Flórez Moya

Los 7 puntos de la Consulta Anticorrupción tuvieron el respaldo de 11.674.951 colombianos. Fueron ciudadanos que concurrieron a las urnas en 2018, con la decisión de desmontar todo ese entramado de prácticas tramposas tan arraigadas en entidades oficiales, con la complicidad de actores del sector privado, todos expertos en el asalto a los recursos del Estado para hacer efectiva su avara intención del enriquecimiento ilícito.

Esa manifestación de rechazo a la corrupción tuvo el reconocimiento de todos los partidos, incluido el Centro Democrático. Se llegó hasta el consenso de llevar al Congreso las iniciativas de la Consulta, con la aprobación del presidente Iván Duque. Había tanta unanimidad en esa cruzada que nadie hizo reparo alguno a la participación del jefe del partido de las Farc en la reunión llevada a cabo en la Casa de Nariño. Los retrógrados silenciaron sus inquinas.

En la Consulta Anticorrupción no se alcanzó el umbral electoral, pero no fue obstáculo para darle vía libre a los resultados de la votación popular.

Sin embargo, ese ánimo de las fuerzas partidistas y del Gobierno no tuvo la continuidad deseada. Se fue mermando día tras día y el compromiso de sacar adelante los proyectos propuestos se debilitó. Se cayó en la metamorfosis de la contracción. Siempre tendiendo a menos, como para aliviarle el susto a los corruptos. Y se llegó al final de hundimiento definitivo del proyecto en el Congreso la semana pasada. Se dio el “crimen perfecto”, como bautizó ese desenlace el programa informativo de La W (radio), dirigido por el periodista Julio Sánchez Cristo.

La realidad es que el Congreso no tuvo voluntad sostenida para erradicar la corrupción y prefirió no tocar los mecanismos que hacen posibles los actos ilícitos, con los cuales se favorecen políticos, congresistas, empresarios y servidores públicos para quienes la legalidad y la ética no debe tomarse en cuenta.

Esa salida en falso del Congreso ha generado indignación entre muchos colombianos. Pero está por verse si tal reacción se traduce en castigo político en las jornadas electorales. De nada sirve protestar si el día de las elecciones los que propician la corrupción reciben los votos con que consolidan su mandato.

La lucha contra la corrupción no puede quedarse en declaraciones que después no se aplican en las elecciones. El castigo tiene que ser con el voto, diciéndole no a quienes son permisivos con esa mala conducta. Mientras esta siga erosionando los recursos públicos las soluciones a los graves problemas seguirán frenadas y se acumularán más desajustes en educación, salud, seguridad, servicios públicos y la propia administración de justicia.

Además, hay que rescatar el Congreso para que sea un centro de pensamiento democrático, donde se legisle en beneficio del pueblo y no para favorecer intereses de grupos dedicados a explotar la nación en forma ilícita.

Lo que ha sucedido es muy grave, tanto más cuando hay congresistas que lo celebran como un triunfo de las audacias con que actúan. Es una traición a la nación, que pone en riesgo la legitimidad que debe revestir todo lo público.

Puntada

En vez de estar mirando la viga en el ojo de Venezuela, Colombia debiera tomar en cuenta la propia y buscarle solución a la persistente violencia en Norte Santander, donde crecen las víctimas por cuenta de los grupos criminales que llegaron o surgieron para quedarse.

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