La narrativa del odio

Mientras la violencia arrecia en forma atroz en varias regiones del territorio nacional y se agudizan las perspectivas de la crisis económica y social como secuela de la pandemia del coronavirus, algunos sectores se empeñan en atizar el fuego de la exclusión y del odio. Pareciera ser una causa prioritaria del Centro Democrático en especial, en un demencial revanchismo por la detención de su idolatrado jefe Álvaro Uribe Vélez, incurso en los presuntos delitos de soborno a testigos y fraude procesal.

La trama del infortunio

El golpe letal del Covid-19 ha agudizado en Colombia las azarosas condiciones de vida que asedian a la mayoría de sus habitantes. O ha visibilizado mucho más la situación de pobreza colectiva, la acumulación de necesidades insatisfechas, los crónicos problemas que agobian en una cobertura generalizada, a pesar de la demagogia oficial, los discursos mentirosos de los funcionarios de gobierno, de los políticos en trance electoral y de los propagadores de engaños calculados. La realidad es bien distinta a la versión maquillada de quienes se lucran del poder con abusiva avaricia.

¡Basta ya de crímenes!

Hay colombianos para quienes el conflicto armado les es indiferente. O que no les importa lo que representa como ultraje a la vida y degradación de la existencia colectiva.

La costumbre de la paz

La violencia en Colombia ha hecho parte de la cotidianidad de la Nación a lo largo de su historia. Pareciera ser esa una tendencia inexorable, ante lo cual ha sido mayor la permisividad que la voluntad de erradicarla, como debiera ser.