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Con la intención de experimentar la evolución del premio, decidí iniciar la travesía de atrás hacia adelante, para lo cual debía dar con “Caracol Beach” y “Margarita Está Linda la Mar”, la pareja de novelas de Eliseo Alberto y Sergio Ramírez que resucitaron el premio tras un largo letargo de casi 25 años, disputando una final tan pareja que los jueces se vieron forzados a tomar la inédita decisión de decretar a ambas como ganadoras. Aunque sus reimpresiones modernas son relativamente fáciles de conseguir, el encanto de las ediciones originales está en su tamaño de bolsillo, un formato con el que Alfaguara experimentó por su cuenta con exquisitos resultados mucho antes del nacimiento del sello DeBolsillo y sus lomos vinotinto.
Tras varias jornadas de búsqueda infructuosa, la casualidad me llevó hasta Libros Alcaná, una diminuta joyería de libros usados que se supo ocultar de mi radar en las invisibles callejuelas del noroeste de Madrid, pero a la que el confinamiento obligó a salir del anonimato por medio de una sencilla página web de aires noventeros que terminó convirtiéndose en su tabla de salvación contra la catástrofe inminente. Como ella, son cientos las librerías de ocasión que, sin previo aviso, debieron inyectar tecnología a sus estanterías para mantenerse a flote. Con sus catálogos completos en línea y envíos a precios competitivos que van desde un euro por el sistema público de correo, las librerías de segunda mano de España le hacen el quite a la crisis y confían con los ojos cerrados en resistir para abrir un día más.
La obligatoria profesionalización de este sector del mercado editorial es una necesidad imperiosa en Colombia y mucho más urgente dados los tiempos que corren. Aunque es considerable la inversión que representaría para los libreros el cargar a la web los kilómetros de papel que acumulan sus repisas y los retos que implica mantener actualizada al instante la actividad transaccional de la librería como organismos en constante movimiento que son, también son innegables las ventajas competitivas que esto traería consigo. Les permitiría erigirse como alternativas sostenibles en la nueva era del distanciamiento y convertirse en los señores del poderoso, aunque subestimado, nicho de los libros raros, descatalogados o con interés coleccionista, consiguiendo la lealtad de aquellos que, como yo, todavía debemos rastrear decenas de títulos para satisfacer nuestros caprichos literarios.
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