Caleidoscopio identitario

Los libros de Jon Fosse están cotizados al alza desde que en octubre pasado la Academia Sueca le concediera la tan codiciada inmortalidad literaria con el Premio Nobel de Literatura. En aquellos primeros días sus obras esenciales fueron difíciles de encontrar, tanto en la sección de novedades de las librerías como en el mercado secundario, donde los especuladores que apostaron por sus letras con anterioridad a dicha consagración pretendían sacar tajada atraídos por tamaña oportunidad. Por suerte, la joven editorial De Conatus ha estado a la altura del desafío, como el año pasado lo estuvo Cabaret Voltaire con el nombramiento de Annie Ernaux, y ahora toda Hispanoamérica podrá disfrutar de este gran autor.

Hacia la evanescencia

Algunas veces, y la mayoría de ellas sin quererlo, uno deja atrapados a ciertos autores que le llaman la atención en el limbo nebuloso de la no lectura simplemente porque sí.

LA DOLOROSA EFIMERIDAD DEL LECTOR

Algunas semanas atrás, Amylkar Acosta, aquel político con alma de literato, compartió con todos sus asiduos lectores la decisión de donar al Banco de la República los 5.000 tomos que componen su biblioteca personal.

Las trampas de la nostalgia

Los galardones literarios nunca dejarán de ser aquel efervescente espacio donde opinadores de todo tipo se engancharán hasta la extenuación por el mérito de los ganadores en polémicas tertulias amenizadas con café. Aunque, por mucho que uno pueda discrepar sobre los criterios del jurado para encumbrar a tal o cual autor, hay una virtud inescindible a su nada pacífica labor (y, ahora que lo pienso, es la razón principal por la que disfruto siguiéndolos con fanatismo casi deportivo) y es la facultad de éstos para introducirnos a nuevos escritores de latitudes improbables que, sin tan poderoso espaldarazo, muy posiblemente nunca habrían conseguido infiltrarse en la burbuja de títulos con la que la distribución editorial a gran escala envuelve a las librerías.

Una atinada flexibilización

Hace cosa de un mes la Universidad de Columbia tomó una de las más trascendentales decisiones en materia literaria de lo que va de año, aunque paradójicamente a muy poca gente pareció importarle. Y es que, tras más de un siglo de historia, la junta directiva del prestigioso Premio Pulitzer daba carpetazo a la regla centenaria que limitaba el criterio de elegibilidad en la categoría de novelas de ficción a autores que contaran con la nacionalidad norteamericana y, por ende, a partir de la primavera de 2024 aceptará manuscritos de escritores con residencia permanente en los Estados Unidos o que tengan allí su hogar principal desde larga data. Una más que necesaria enmienda estatutaria para un galardón creado por un editor originalmente nacido en Hungría.

Un juego que va muy en serio

¿Sabía usted que la industria de los videojuegos facturó en 2022 más que las de la música y el cine juntas? Lo sé, a mí también me estalló la cabeza cuando me enteré, pero no tanto por la monstruosidad de sus números sino por un sencillo detalle de tremenda sutileza: no lo parece en absoluto.

El gran momento de Ling Ma

Desde hace ya cosa de algunos años, en el universo cultural venimos presenciando el surgimiento de una corriente artística que con el tiempo parece consolidarse, particularmente por el atractivo mercado en suspensión que ha conseguido sacar de su letargo y hacerlo emerger hasta la superficie.

La corrupción cotidiana del discurso

Aquellos que han seguido con atención la carrera bibliográfica de Byung-Chul Han, nuestro filósofo coreano favorito, a estas alturas ya estarán absolutamente acostumbrados al modus operandi de distribución de sus obras y, por eso, no debería sorprenderles que, cuando menos se lo esperan, algún nuevo destilado de su pluma aparezca traducido como una exhalación en la vitrina de su librería de confianza e, inmediatamente, sientan la imperiosa necesidad de dejar a un lado lo que estén haciendo para leer, en una sentada y del tirón, otra de sus interesantes introspecciones. Una tarea que, con toda certeza, les dejará el cerebro congestionado de tantas inquietudes que deberán deglutir en tránsito lento hasta el año siguiente, cuando este literario ciclo vicioso se repita.

El calor nos matará primero

Como si de una paradoja literaria se tratara, mientras en Europa todavía intentamos recomponernos tras uno de los veranos más calientes de los que se tengan registros, los círculos intelectuales de los Estados Unidos discuten fervientemente el ensayo que, a mi juicio, tiene todas las papeletas para convertirse en uno de los mejores libros del año: “The Heat Will Kill You First: Live and Death on a Scorched Planet”. Una espectacular investigación del periodista ecológico Jeff Goodell sobre cómo todos vamos a morir sofocados por nuestra propia desidia e incompetencia si no hacemos algo al respecto. Tan brutalmente crudo como apocalípticamente esperanzador, su texto es una llamada de atención contra el enemigo más letal y silencioso al que nos enfrentaremos jamás.

La sutileza sentimental


Sigue resultando altamente sorprendente cuán de nicho continúa siendo la obra de Han Kang en lengua española para lo lejos que sus letras han llegado en el panorama literario global. Aquí hay que agradecer la gallarda labor de la editorial independiente :Rata_, quien en 2017 apostó por traducir el laureado texto “La Vegetariana” con el que, un año atrás, la autora coreana se embolsaría el prestigioso International Booker Prize ante la estupefacción de aquellos que en la quiniela teníamos apuntados a otros finalistas más conocidos, como “Una Sensación Extraña” del curtido Orhan Pamuk (Premio Nobel 2006) o “Los Cuatro Libros” del prometedor Yan Lianke.