Marchar contra la corrupción es corrupción

Juan Manuel Galán

La corrupción nos cuesta a los colombianos en promedio 50 billones de pesos al año. Con estos números, sería frustrante que el tema se convierta en mera bandera electoral, pues eso solo muestra que no se quiere hacer nada al respecto; ¡sino solo seguir engañando a los ciudadanos para ganar una elección!

En Colombia el acto de corrupción más grande que podemos ver es organizar una marcha anticorrupción para tapar el problema de raíz y decir públicamente: son otros y no nosotros. Es un engaño y demostración de puro cinismo. Colombia necesita un plan para la transparencia, estructurado, estratégico y generacional. Trabajar contra el monstruo de la corrupción exige un esfuerzo colectivo, que aunque con diferentes grados de responsabilidad, vincule a todos los colombianos, a través de medidas de corto, mediano y largo plazos.

A corto plazo, un compromiso expreso de los candidatos en las próximas elecciones presidenciales, para asumir responsabilidad directa y personal por las finanzas de sus campañas. Si se comprueba que en alguna de ellas hubo corrupción, debe haber muerte política inmediata y para siempre. Como candidatos, tenemos que ser capaces de asumir esa responsabilidad y de rendir cuentas a la ciudadanía sobre los aportes que recibimos, sobre los gastos y sobre los canales de vigilancia que permitimos dentro de la campaña.

A mediano plazo, es necesario abordar con profundidad el funcionamiento de las instituciones democráticas para establecer estándares y mecanismos de medición desde lo local, que ofrezcan garantías a la sociedad civil en general y a la oposición en particular, para erradicar de nuestras costumbres políticas la corrupción y el clientelismo.

Finalmente, a largo plazo, la estrategia debe ser promover una cultura de la legalidad. El profesor Roy Godson ha escrito sobre algunas experiencias exitosas en la materia, por ejemplo la de Hong Kong, que en 1973 era un estado que usaba en todas sus esferas el método de las conexiones y los sobornos y en 2010 fue el 13er. país menos corrupto, según el Índice de Percepción de Corrupción. En una sola generación logró una transformación profunda, invirtiendo en educación cívica y escolar, centros de autoridad moral y medios de comunicación.

Comienzo y termino por mi compromiso personal: ser directamente responsable de todos los dineros que entren, y de los gastos en que incurra en mi campaña. Las excusas de tipo “me acabo de enterar”, “fue a mis espaldas” o “me autoengañaron” son inaceptables.

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