Tamal: tradición y patrimonio

Son muchas las razones para mi apego a La Chamba. Mis abuelos paternos, mis tíos, los primos con quienes viajábamos en bicicleta desde El Espinal a la finca del abuelo Pacho, las mujeres puliendo su cerámica, sus mitos y el rito de la preparación del tamal.

Un rito que es tradición y hace parte del patrimonio. El maíz trillado se deja dos días en agua para luego escurrirlo y molerlo. Se agrega agua removiendo y se cuela para dejar aparte la masa. En una vasija, preferiblemente de barro, se ponen a cocinar las carnes (cerdo, gallina campesina, res y tocino) y una vez cocinadas se sacan del agua. En la mitad de esta agua se pone a cocinar el almidón hasta que espese y se deja en reposo la masa. En el agua restante de la cocción de las carnes se cocinan las alverjas verdes.

La ceremonia en la cual participa la familia, incluye la cocinada y pelada de los huevos campesinos, así como la cortada de cada uno en cuatro rodajas, la cocción de la zanahoria y cortada en rodajas delgadas y lo mismo se hace con las papas peladas cortándolas en cubos. El riogo se prepara con cebolla junca, finamente picada, ajo machacado, sal y dependiendo del gusto pimienta en polvo; hasta aquí el trabajo en familia. La parte de la armada se acompaña con música de cuerda y se inicia con la desvenada y la suasada de las hojas de plátano, que limpiadas y divididas, se van colocando sobre la mesa.

Sobre un pedazo de hoja, lo más cuadrado posible, se pone una cucharada de masa (usando cucharon de madera), sobre esta se colocan alverjas, papa, una presa de gallina, una porción pequeña de carne de res, una de cerdo y un pedazo pequeño de tocino, una rebanada de zanahoria, una porción de huevo y una cucharada de riogo. La parte final de la ceremonia se inicia uniendo los extremos de la hoja, presionando el contenido y amarrando fuertemente con cabuya en la parte hasta donde llega la masa y se corta  dos dedos arriba de la cabuya. En un recipiente, cuyo tamaño depende  de  la cantidad de tamales, estos se van acomodando uno por uno y con el moño hacia arriba. Luego se agrega agua hasta que los cubra y la vasija se pone al fuego por espacio de dos horas y media. Se sirven calientes después e cortarles el moño.

Este es en esencia el proceso de preparación del tamal, una de las viandas de maíz, de origen indígena y que debería ser conservada especialmente por quienes tiene la obligación de defender las tradiciones y nuestro patrimonio cultural. Es algo que obligatoriamente deben tener en cuenta quienes escriben sobre gastronomía  del Tolima, para no sustituir  la masa de maíz por arroz, tal como aparece en el plegable “Bienvenidos a Ibagué Capital Musical de Colombia, que se reparte profusamente entre quienes nos visitan y en donde  se presenta al tamal tolimense como uno de los platos típicos de nuestra región. Y ni para que mencionar el concurso de la “tragada” de tamal.

Se levantan las llamas del fogón y el entusiasmo de los asistentes a esta ceremonia acompañada de música y lenguas picaronas. Pacho trajo las hojas para suasar  a quien llaman tamal de moño. Contó que al pasar el rio con las hojas, le dio por lanzar  la atarraya y al hacer fuerza para recogerla vio al Múan tratando de dañarla. Solté esa vaina y canaletié duro hasta llegar a la orilla y pegar carrera. Tan de malas que en el peladero de los García vi las tres luces de La Candileja que se me acercaban. Por eso llegué casi volando y miado, remató para acompañar el coro de un rajaleñas con coplas sobre mitos y travesuras de los aptos de La chamba. Música, charla y trago hasta las siete de la mañana, hora del desayuno. Tamal, chocolate, bizcochos de maíz, queso y carreta. A las nueve el baile estaba prendido y a eso de las once comenzaron a legar galleros a caballo y las familias que iban para misa.

La tradición  se trasmite y se conserva sin necesidad de comercialización y a pesar de publicaciones que atentan contra ella y nuestro patrimonio cultural. Un buen ejemplo. La semana anterior al San Juan se distribuyó una Guia Turística de Purificación que no incluyó el San Juan y no faltó quien invitara a no participar en la fiesta. Pero el resultado sacó la cara  de los amigos de la cultura de Puri. Su San Juan es la mejor fiesta popular del Tolima.               


Credito
BERRACUNDEO: HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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