Conciliación

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Muchos nos recuerdan que la paz es un derecho y un deber, pero no se puede olvidar que el principal responsable del cumplimiento de este mandato constitucional es el gobierno que, en este caso, con el actual presidente ha logrado los avances más grandes para hacerla realidad. Las negociaciones en La Habana, con la lentitud normal en asuntos de esta clase, son demostración de su interés. Los enemigos del proceso, tan laxos con los paramilitares, tienen todo el derecho para combatirlo, si consideran que no beneficia sus intereses. Pero las cosas no son tan fáciles como algunos creen. Solo ahora nos estamos dando cuenta de que al proceso le falta pueblo, falla que tratan de subsanar con mermelada y enormes gastos en proyectos sobre el postconflicto, que se reducen a eventos en los cuales se reúnen montones de gente a escuchar carreta, recibir una libretica, un esfero, la credencial, un refrigerio y luego a firmar una acta de asistencia, para justificar los gastos que solo benefician a los vividores del cuento.

Entiendo por postconflicto la situación a la cual llega una comunidad, región o país una vez terminado el conflicto armado. Parte de lo que se negocia en La Habana. La Paz incluye, lógicamente, la solución de los problemas que la originaron, algo que no se ha intentado iniciar. Sin dar el primer paso en el camino de cuatro tabacos, la paz no deja de ser una utopía tras la cual se puede caminar sin posibilidades de que se deje alcanzar. En esta confusión de temas tan afectados por la politiquería, se ha dejado de lado la importancia de la conciliación, materia prima de la paz. Utilizar el dialogo para la solución de los problemas, fortalecer el sentido de la amistad y la solidaridad, convivir con alegría y disfrutar el Buen Vivir.

Se observan en el horizonte temas relacionados con la paz, que se asoman o son tratados, ignorando la participación real del pueblo: negociación del cese al fuego, sometimiento o exterminio de los colombianos alzados en armas, la quema de humo y dinero en proyectos sin objetivos diferentes al de sostener vividores, utilización politiquera de las negociaciones, nada de soluciones a las causas de la violencia y la conciliación que se tiene que dar entre todos los colombianos.

Considero que, tal como van las cosas y ante la insistencia de continuar con el sacrificio inútil de campesinos colombianos –con el pretexto que sea- y sin depender del resultado de las negociaciones, lo conveniente es desarrollar un trabajo fuerte de reconciliación con las comunidades, especialmente de provincia y del sector rural. Lógicamente debe hacerse con personal que tenga vocación de servicio, que entienda que el ser humano es más importante que el dinero y que la felicidad de los colombianos no se cultiva con sangre de campesinos colombianos.

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